“Considero que tengo voz, con significado, en las letras del Ecuador, para cumplir con un deber sagrado, evocando la memoria de un ser excepcional, a quien le significó y le costó la vida misma su fervor patrio. Dentro de ese fuego se ha de interpretar, juzgar y valorar la deuda que el País le tiene y que todos nosotros ecuatorianos debemos cumplirla con el gran sacerdote salesiano, El PADRE ELÍAS BRITO GALARZA, sigseño de nacimiento, ecuatoriano de lujo y hombre de gloria imponderable. …Su pueblo de origen debe asumir la importante misión de mantener este honor y esa voz permanente del más grande orientalista ecuatoriano, de nuestra historia.” Así se expresó el Insigne Arzobispo de Cuenca e ilustre miembro de las Academias de Historia, Mons. Luis Alberto Luna Tobar, en una revista conmemorativa. Palabras, sin lugar a dudas, de altísimo honor para los sigseños, tanto por quien lo dijo, como por el personaje de quien dijo.
Acatando entonces, el pedido de “mantener ese honor y esa voz permanente del más grande orientalista ecuatoriano”, como nativo que soy de este cantón, y por el parentesco difuminado por línea materna que me honra, he decidido hacer esta breve remembranza, al cumplirse el 64 aniversario de su fallecimiento, ocurrido en Quito, el 6 de julio del 1960.
El P. Elías Brito, uno de los primeros salesianos ecuatorianos, autor de una obra de altísimo valor histórico que recoge, en tres tomos, las experiencias de la brillante misión de su congregación en las primeras décadas del siglo XX: “Homenaje del Ecuador a Don Bosco Santo” y otros libros en latín y español, nació en el Sígsig, concretamente en el sector de S. Antonio de Jacarcar de la parroquia Ludo, en donde todavía residen algunos de sus familiares, el 2 de febrero de 1908. Fueron sus padres: Gregorio Brito (Jacarqueño) y Avelina Galarza (Gutuneja). Estudio en Italia y fue ordenado sacerdote en Turín en 1933.
Falleció joven en Quito en 1960 y sus restos traídos al Sígsig en 1970 en donde fue homenajeado en el salón municipal y después trasladado al cementerio de su tierra natal.
Su labor pastoral y patriótica fue fecunda que, para fortuna de los sigseños y del país, está consignada en varias publicaciones que, personalmente, las he atesorado con prolijidad; pero sobre todo, en el libro: “Historia de un Sacerdote, Hombre Corazón de Oro”, escrita por su pariente cercana, Sor Marieta Brito Zúñiga en 1998. (O)