De positiva se califica la participación de los 40 deportistas ecuatorianos en los Juegos Olímpicos efectuados en París 2024.
Y no es para menos. Lo reflejan las cinco medallas conseguidas tras el supremo esfuerzo de nuestros atletas: una de oro, dos de plata, dos de bronce, más doce diplomas olímpicos.
Se trata de una cita mundialista a la cual asiste la élite deportista, en la mayoría de los casos con mejor infraestructura, apoyo estatal como es debido, también de la empresa privada, y mucha más planificación, con políticas bien definidas, y una clase dirigencial con mayor visión, conocimiento y unión.
En el caso del Ecuador, los deportistas suelen pasar por una serie de vaivenes y penurias económicas hasta lograr la calificación requerida para participar en unas Olimpiadas.
Por eso mismo, la consecución de las cinco medallas y los seis diplomas olímpicos supera las expectativas. ¿Se hubiera querido más? Por su puesto. Pero lo logrado es suficiente para agradecer a los medallistas; también a quienes, pese al esfuerzo, no lo consiguieron, pero lo intentaron; a quienes quisieron repetir iguales preseas a las ganadas en las pasadas Olimpiadas; a quienes, por varias razones, entre ellas las fallas mecánicas o de otra índole, no llegaron al podio.
Todo el Ecuador rinde tributo a esos deportistas. Gracias a ellos, el país ha dejado de ser la “cenicienta” de los Juegos Olímpicos. Cómo ha cambiado el panorama con el ejemplo dado hace 28 años por el primer medallista olímpico: Jefferson Pérez.
Ahora vendrán homenajes y reconocimientos. Lo tienen muy merecidos. Ojalá los políticos y otros oportunistas olfateen las circunstancias, y cuando menos traten de disimular, incluso hasta algunos dirigentes deportivos.
GRATITUD a Daniel Pintado, a Glenda Morejón, a Lucía Yépez, a Angie Palacios, a Neisi Dajomes, a María José Palacios, a Gerson Congo, a Luisa Valverde, a Lisseth Ayoví, a Génesis Reasco. Son la historia olímpica del Ecuador.