Lo que debiera ser una fiesta de la democracia, la exposición de ideas, la muestra de coherencia y principios, la prospectiva de un futuro deseado, la crítica de los problemas del pasado, el compromiso con el servicio a la comunidad, la inteligencia puesta al servicio del bien común, todo ese imaginario idealizado se desvanece en la repugnancia político-electorera, que tiene tantos vicios que para nombrarlos no se sabe por dónde empezar. Pero partamos del descrédito de los candidatos. Piense en el mejor de ellos o ellas, tarea imposible. No hay. Piense en el mejor de los malos. La cosa cambia. Aparecen dos o tres. ¿Este es un problema de las personas? En parte. Todo el mundo sabe que los problemas no se resuelven bailando frente a una cámara o haciendo videos. Para hacer corto el cuento…Aquí el problema inicia con una falta de ética y más aún, un cinismo que raya en lo absurdo. No es la popularidad en el TikTok lo que hace a una persona apta. Tampoco se trata de una cuestión de aptitud política si al final del día nadie está pensando en gobernar sino solo en enriquecerse. Como consecuencia tenemos el descrédito del sistema, que lleva a la ilegitimidad, a la apatía y finalmente a la debacle, que se ha convertido en una condición estructural del funcionamiento del Estado, y parte del problema de la anomia y descomposición social. El sistema corrupto es incapaz de ofrecer alternativas. Pero ¿cómo es posible que nosotros, gente educada (porque nunca en el Ecuador hubo más gente educada como ahora) vivamos la peor de las épocas de la vida republicana? (O)
CMV
Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social y Diplomado en Medio Impresos Experiencia como periodista y editora de suplementos. Es editora digital.
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