Con los recursos de la gente

Juan Morales Ordóñez

Se pagan los salarios de la burocracia tanto pública como privada cofinanciada, así como todos los gastos que tienen que ver con las condiciones necesarias para la realización de su trabajo, que no es otro si no el servicio a la sociedad. También, lamentablemente, con esos fondos que son producto de los impuestos que todos cancelamos, se cubren gastos superfluos que deben ser analizados desde la estricta perspectiva de si son o no indispensables para que los servidores públicos y cofinanciados trabajen bien.

En esta ocasión, escribo motivado por la decisión del Municipio de Quito de comprar, para uso de sus concejales, nuevos vehículos que deben ser conducidos por choferes cuya función es trasladarlos de un lugar a otro. Esta situación, una de tantas que permitimos y tácitamente avalamos como correctas, es una muestra de cómo somos cívicamente y evidencia ostentación, debilidad de carácter y carencias internas.

Nuevamente, estimados conciudadanos, es necesario incorporar al análisis personal y grupal, que esas prácticas administrativas son posibles, exclusivamente, con los recursos de nosotros, la gente.

Hace unos años escribí un artículo sobre el proceder de la burocracia sueca. Expliqué, antes de llegar a las frases que cito a continuación, que no pienso que ese pueblo sea especialmente mejor que ningún otro y que su forma de actuar también lo es de muchos ecuatorianos que buscan el orden, el ahorro y viven empáticamente con las personas y con la naturaleza.

“… la sobria forma de vida de sus parlamentarios (suecos) que no cuentan con autos ni choferes asignados, ni oficinas lujosas, ni asesores y, que en sus lugares de alojamiento utilizan personalmente los servicios comunitarios de lavandería, cocina y otros…”. “… entre nosotros, el boato y el derroche se enseñorean en lo público y en lo privado, porque para muchos son símbolos de éxito. Para esos fatuos, la austeridad en el uso de los recursos que les son asignados se ve mal, porque creen que afecta a la dignidad de sus cargos, que la asimilan – ¡ilusos! – a la pose mediática, moda o maquillaje. Así revelan sus personalidades subyugadas por las baratijas y alejadas de la dignidad y la trascendencia.”

Los recursos públicos deben ser utilizados con frugalidad y pertinencia absolutas, pensando siempre -según una expresión coloquial nuestra- que son ajenos.  No le pertenecen a la burocracia. Son de la gente, que paga para ser atendida. (O)