Lo malo de las religiones

Bolívar Jiménez Alvarez

Anotamos, en la entrega anterior, lo bueno de las religiones. Hoy señalaremos lo MALO. Y lo primero que advertimos es su papel en la GENERACIÓN DE CONFLICTOS Y GUERRAS. A lo largo de la historia, las diferencias religiosas han sido la causa y también el pretexto de numerosos enfrentamientos violentos. Las Cruzadas, las guerras de religión en Europa y el conflicto entre suníes y chiíes en el Islam son ejemplos de cómo las creencias religiosas pueden dividir a las comunidades y conducir a la violencia. Bueno, pero… ¿Qué otras actitudes constituyen los malo de las religiones? Señalo algunas:

La DISCRIMINACIÓN Y EXCLUSIÓN. Muchas religiones promueven actitudes de predominio hacia quienes no comparten sus creencias, lo que lleva a la discriminación y marginación. Este exclusivismo no solo afecta las relaciones interpersonales, sino que ha llevado a la persecución de minorías religiosas y la violación de sus derechos. Además, muchas religiones tienen enseñanzas que excluyen a las mujeres, restringiendo sus derechos y perpetuando la desigualdad de género y la homofobia. Pensemos, por ejemplo, en Afganistán.

Las RESTRICCIONES A LA LIBERTAD INDIVIDUAL. La adherencia estricta a doctrinas y normas religiosas puede limitar, y así lo ha hecho, la libertad de pensamiento y expresión. En algunos contextos, las religiones imponen reglas sobre la vestimenta, el comportamiento y los gustos personales, lo que coarta la autonomía de los ciudadanos. Este dogmatismo impide el desarrollo personal y la libre manifestación de ideas y estilos de vida.

Además, algunas religiones siempre muestran RESISTENCIA AL CAMBIO Y AL PROGRESO CIENTÍFICO y han obstaculizado, sin un verdadero fundamento ético y dar alternativas, el avance de la medicina y la tecnología. Esta oposición al progreso puede dificultar el desarrollo y la adopción de nuevas ideas y prácticas que beneficien a la sociedad.

El CONSERVADURISMO SOCIAL Y JERARQUICO promovido por algunas religiones es también problemático. Al aferrarse a valores y prácticas tradicionales, las religiones pueden oponerse a cambios necesarios en las leyes y políticas sociales. Esto puede perpetuar prácticas obsoletas y limitar el avance hacia una sociedad más inclusiva y equitativa.

En la práctica, la Religión cristiano-católica, de la que me honro en pertenecer, no ha sido la excepción y ha caído en algunos de estos errores. Afortunadamente el Concilio Vaticano II (1962-1965) ha traído nuevos vientos y está en continua purificación. Como se ve, reflexionar sobre estos aspectos es necesario para abordar las limitaciones y mejorar la contribución de las religiones a la humanidad. (O)