Ejercicio de la maternidad

La labor de guiar a un niño a lo largo del sendero que lo lleva hasta la edad adulta es una de las mayores responsabilidades y de los mayores privilegios de la madre. La tarea requiere grandes esfuerzos y sutil comprensión psicológica, pero no puede cumplirse convenientemente, sin un amor que no reconozca límites.

Como las posibilidades del desarrollo de la infancia son ilimitadas, la naturaleza de las impresiones tempranas registradas en el espíritu del niño tiene una importancia fundamental.

La madre en el hogar es irremplazable como educadora de sus hijos durante los primeros años en el que se forman el carácter y el temperamento del niño. Supongo que una parte de la personalidad del niño está determinada por los genes que los padres les trasmitieron genéticamente; pero el carácter se forma en virtud de la interacción entre la herencia de una persona y la respuesta que ella da a su entorno.

El futuro de la humanidad depende de la educación, y las primeras huellas impresas en el espíritu del niño deberían ser de calidad y humanas y no tener un carácter oficial e institucionalizado.

Durante los 5 primeros años de vida de un niño, en esta fase de su formación, el principal agente exterior es la influencia educativa de la madre.

Un niño absorbe con gran capacidad las enseñanzas de su madre, las acciones de ésta, las emociones y toda la imagen de un ser humano, porque las mujeres son más sensibles a los sutiles cambios psicológicos, y porque es propio de su naturaleza brindar amor, aún a costa de su sacrificio.

El niño es el espejo de la madre. Las instituciones pueden organizar sobre la educación e impartir grandes conocimientos, pero no pueden dar todo lo que puede dar una madre y una familia.

Para permitir que las mujeres puedan prodigar conocimientos y amor a los niños durante su desarrollo, sin dejar de aprovechar sus otras capacidades; deberíamos tratar de formar una sociedad que no sea solo privilegio de hombres o de mujeres, sino que convenga a los dos sexos.

Para un ser humano ser libre, significa tener la libertad de realizar sus potencialidades, incluso aquellas que no son comunes a los dos sexos, sino peculiares a cada sexo.

Ahora que las mujeres tienen a su alcance una serie de ocupaciones diferentes de las de ejercer la maternidad, la sociedad ya no puede dejar que la naturaleza sola continúe proveyendo buenas madres en cantidades suficientes. Por eso, la sociedad debería asegurar que haya buenas madres convirtiendo esta sacrificada “profesión” que los hombres somos fisiológicamente incapaces de desempeñar, en una actividad suficientemente atrayente para las mujeres.

La naturaleza ha dotado a las mujeres de un instinto maternal poderoso, para evitar que sean apartadas fácilmente de su camino por una “civilización artificial”. (O)

DZM

Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social con experiencia en coberturas periodísticas, elaboración de suplementos y materiales comunicacionales impresos. Fue directora de diario La Tarde y es editora.

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