Días atrás, la Agencia Nacional de Regulación, Control y Vigilancia Sanitaria (ARCSA) clausuró en Cuenca una fábrica de snacks por utilizar aceite saturado y colorantes para preparar chifles y papas fritas.
Encontró “grasa en pisos y paredes, una capa negra de restos de comida en cocinas y freidoras, así como suciedad en todas las áreas de producción”.
Antes, otras dos fábricas de similar naturaleza también fueron clausuradas por las mismas razones.
ARCSA ha cerrado muchos locales de ventas de comidas, incluyendo algunos restaurantes, tanto en Cuenca como en otros cantones del Azuay y de otras provincias vecinas.
Sin embargo, eso no ha causado la mínima preocupación en otros lugares donde se ofrecen comidas, bebidas o productos como los snacks, vendidos, por lo general en los espacios públicos, incluyendo en las afueras de los planteles educativos.
Pero el colmo de los colmos acaba de ocurrir durante otro operativo efectuado por ARCSA en esta semana.
En un local de comidas se encontró un perro muerto dentro de un tacho de basura, restos de comidas por doquier, aceites regados en el piso, harinas para empanizar pollos salpicadas por todo lado, agua empozada con mal olor y las infaltables cucarachas.
En otro local, su dueño puso un gato para controlar plagas. ¿Acaso ratas y ratones? Funcionaba un microondas cundido de grasas de pollo; paredes oxidadas y con moho, y el piso tampoco era el adecuado.
Cuenca se distingue por sus comidas tradicionales. También por restaurantes en los cuales la clientela está en la cima de sus manuales. El arte culinario de la morlaquía tiene reconocimiento nacional e internacional.
Sin embargo, aquellos procedimientos reprochables, de alguna forma podrían tener repercusiones negativas, si bien la gente sabe dónde degustar sus platos favoritos.
En estos últimos tiempos proliferan locales de venta de todo tipo de comidas. Son un lujo por fuera; por dentro, los operativos de ARCSA nos liberan de más comentarios.