Es un apasionado de la literatura. Nunca deja de leer. Todos los días agarra un libro y explora por una par de horas. Es creador de dos ejemplares, pero sin duda, el taekwondo es la sangre de sus venas, el motor que le impulsa para trabajar en diferentes facetas, es médico y entrenador.
Él es Marcho Chango, un cuencano que creció en El Vado rodeado de todo lo malo y lo bueno, pero que, por la dureza y exigencia de su padre, -un hombre que entrenaba boxeo-, su vida fue moldeándose por el camino correcto.
Su vínculo a las artes marciales se dio, tras ser golpeado por otro niño en la infancia, pues de eso se había agarrado su padre para incluirle en el boxeo, sin embargo, no fue el deporte que le agradó y pasó a formar parte del judo y del karate, además del kunfú.
Pero no fue hasta los 17 años, cuando decide formar parte de una academia de taekwondo, con el profesor Luis Carpio y rápidamente, esa agresividad que fue ganando, le sirvió para empezar a brillar en el deporte. “ Mi ascenso fue vertiginoso, en poco tiempo llegué a ser cinta negra e integre la selección del Azuay y del Ecuador”, cuenta.
Marco Chango, ingresó a la Universidad a estudiar medicina, y no podía escoger entre el deporte y la educación, por lo que, compaginó los dos. “Me levantaba las 5 de la mañana para entrenar. A las 7:00, ya estaba en la Universidad. Salía e iba corriendo con mi mandil en la mano, nuevamente a entrenar y desde las 10 de la noche estudiaba hasta las 2 de la mañana”, relató.
Siembre cumplía las dos funciones. Tuvo un ritmo de vida muy vertiginoso y tras graduarse como médico, inmediatamente estudia un posgrado en medicina deportiva. A los 27 años, por lo complicado de estudiar y entrenar decide dejar el deporte y se introduce de lleno como médico, pero poco después decide, junto a su amigo José Cabrera a abrir la academia de taekwondo llamado MW Chango, esto en el año 1983.
Marco Chango, empieza a formar atletas y los inculca. Mauricio Icaza, Geovanni Siguenza, Joffre Chango son los primeros en sobresalir con resultados internacionales y el Azuay empieza a dar mayores frutos. Detrás de Marco toda su familia se unió al deporte; sus hermanos Óscar, Joffre, -bronce y campeón panamericano-, Elena, Cristina y Freddy, todos son cinturón negro.
Más atrás sus sobrinos: Diego, Juan José y Dennis y sus hijos: Paúl e Ismael, este último el más destacado, pues fue campeón en México, medallista en Juegos Odesur, plata en Panamericanos y múltiple medallista sudamericano. Bruce y Arturo son sus dos últimos hijos y también practican el taekwondo.
Chango formó parte del taekwondo de Federación Deportiva del Azuay, donde ingresó como entrenador en 1993. En la entidad deportiva laboró por 17 años; también se hizo cargo de la selección nacional del Ecuador, donde sus dirigidos destacaron.
Su faceta como profesor
En la década de los noventa, el cuencano se incursiona en la docencia universitaria. En 1994, forma parte de la escuela de Cultura Física de la Universidad del Azuay; luego pasa a la Universidad Politécnica Salesiana, a la Universidad de Cuenca, todos en el área de la educación física. Amoas más tarde forma parte de la Universidad Católica, en la facultad de medicina.
Se une a Jeferson Pérez
Marco Chango, conversas que en 2001, tras el repentino fallecimiento del médico Freddy Vivar, (médico con el que Pérez logra la medalla de oro en Atlante 96), y tras una mala actuación de Jeff en los Juegos Olímpicos de Sidney 2000, el mismo marchista cuencano le ofrece trabajar con él. “Quiero que seas mi médico”, le había manifestado.
Chango se hace cargo, -primero a prueba por tres meses-, sonríe, porque relata que así le contrató Pérez y desde ese entonces, “somos un matrimonio, que hasta hoy se perdura”, cuenta.
Detrás de Jefferson Pérez, Chango ha sido responsable de los múltiples resultados logrados, en campeonatos mundiales de París, de Osaka, de Helsinki y en la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Beijing.
En la actualidad, como médico, Marcho Chango ha formado parte de las deferentes delegaciones del Ecuador para torneo internacionales, sobre todo con los de atletismo. Por su manos han pasado Andrés Chocho, Paola Pérez, Glenda Morejón y el mismo Daniel Pintado, hoy flamante campeón olímpico en las marcha.
Hoy, Marco Chango, luego de varios años volverá a ser entrenador de la provincia del Azuay, y justamente este lunes empezará a trabajar con las cuencanos de las categorías prejuveniles, juveniles y de mayores. (D)