Jhon Sichel: halterista que no fue profeta en su tierra

El imbabureño fue clave en la masificación y desarrollo del levantamiento de pesas en Azuay en la década de los 90. Desde hace 32 años radica en Cuenca y administra con éxito Unisport.

En una de las paredes de su oficina, Jhon Sichel tiene fotografías, medallas y reconocimientos recibidos a lo largo de su carrera deportiva. Foto Bolívar Sinchi/El Mercurio.

En el deporte, como en la vida, no siempre se es profeta en propia tierra. Jhon Sichel le dio grandes satisfacciones a su natal Imbabura en levantamiento de pesas.

Tras su retiro, Ernesto Cañizares, presidente de la Federación Deportiva del Azuay, le confió la masificación del deporte en la provincia.

Desde entonces radica en Cuenca donde se dedica, en la actualidad, a administrar su propio negocio de implementos deportivos.

Sichel asistía a los cursos de nivelación, para ingresar al colegio, cuando recibió la invitación de Gustavo Terán Acosta, entonces presidente del Comité de Pesas de Imbabura.

Sus padres no veían con buenos ojos su incursión a la halterofilia, temerosos que su hijo quedara pequeño de estatura.

Tanta fue la insistencia que Jhon convenció a su madre para que le apoyara con el valor de una camiseta para ingresar a la escuela vacacional.

Tal fue la química que encontró con el levantamiento de pesas que, al año de práctica, empezó a decir a sus compañeros que iría a los Juegos Olímpicos de Seúl 1988.

Tener esa aspiración sonaba a locura en aquella época. No faltaron las burlas.

“En esos años estaba como máximo dirigente de la Secretaría de Deportes (actual Ministerio del Deporte), el Lcdo. Saúl Vázquez. Entonces los compañeros me decían: te vas a ir no a Seúl sino donde Saúl, a Cuenca”.

Entrenar de lunes a sábado, a doble sesión, pronto le daría grandes satisfacciones. Empezó a cosechar títulos intercolegiales, provinciales, nacionales, récords nacionales.

Fue campeón juvenil sudamericano, medallista en Juegos Bolivarianos de Barquisimeto 1981, en Juegos Sudamericanos de Santiago de Chile 1986.

Tras ganar la medalla de bronce en un Panamericano de Mayores, en Cuba, clasificó a los Juegos Olímpicos de Seúl 1988, a los 21 años.

“Jamás recibí ayuda del Estado. Teníamos carencias de todo, no había zapatos, licras, cinturones, las pesas en mal estado, más era la buena voluntad del deportista”.

En la cita olímpica se ubicó en el décimo quinto lugar. Después fue medallista en los Juegos Panamericanos de La Habana 1991, una de sus últimas participaciones internacionales antes de su retiro.

“Uno puede nacer con unas capacidades morfológicas, fisiológicas para el deporte, pero también uno tiene que ponerle su gota de sacrificio. En mi caso, la constancia fue muy fuerte. Quizá no tenía las condiciones morfológicas, pero tenía una mentalidad increíble de llegar lejos”.

Nota de prensa que revela el sueño cumplido de competir por Ecuador en los Juegos Olímpicos de Seúl 1988. Recorte tomado del archivo de Ernesto Cañizares.

Etapa de entrenador

Savino Hernández, presidente del Comité Olímpico Ecuatoriano, le facilitó una beca para estudiar una Licenciatura en Deportes, en Cuba. Pese a tener el título, no encontró trabajo en su provincia.

Fue cuando le contactó Cañizares y lo contrató en noviembre de 1992 con un salario de 500.000 sucres, el doble de lo que ganaba el profesor Luis Chocho.

Con apoyo de dirigentes y profesores de establecimientos educativos, empezó a masificar el levantamiento de pesas en Azuay con niños menores de 15 años.

Llegó a tener entre 80 a 100 deportistas en el transcurso de tres horarios. El proceso se reflejó en algunos títulos nacionales en las categorías infantil, prejuvenil y juvenil.

De ese grupo surgieron grandes prospectos, múltiples medallistas internacionales, como Marco Culcay, Marco Cuenca, Ramiro Ramírez, José Vivar, Cristian Rivadeneira, Franklin Rojas, Julio Idrovo, con quien celebró un título mundial universitario en Italia.

“Me hubiera gustado que tengan el apoyo económico que ahora reciben los deportistas con el plan de becas del Ministerio del Deporte».

«Marco Culcay fue un muchacho extraordinario, incluso tuvo la posibilidad de ganarle en alguna ocasión en Francia a un campeón olímpico. Ese muchacho quizá hubiera sido una figura olímpica y mundial, pero se hizo con pocas ayudas de 100, 200 dólares…”.

De la felicidad a la ingratitud

Tras 16 años como entrenador, tomó la decisión de retirarse de la actividad.

Algunos de sus dirigidos le abandonaron pese a los resultados alcanzados, el sueldo del entrenador de la época tampoco alcanzaba para mantener una familia, y el negocio que inició en 1995 empezaba a crecer.

“En el deporte uno abandona a su familia, a su esposa, a sus hijos por dedicar tanto tiempo a sus alumnos. Así como el deporte da muchas felicidades, también hay ingratitudes».

«Llega un momento que los deportistas creen saberlo todo. No voy a decir nombres, pero uno se siente triste que le paguen de esa forma. Eso pasa en todo deporte, a nivel mundial, pero yo no estaba preparado para eso, sinceramente”.

Sichel confiesa que todo resultado lleva implícito un proceso. Los niños con los que comenzó ya tenían 25 años, eran profesionales, y tampoco quería empezar de nuevo desde cero, como lo hizo en 1992.

“Los resultados que alcanzamos en Cuenca fue un proceso de muchos años, trabajando fines de semana, feriados, porque el entrenador que quiere tener resultados debe trabajar de esa forma”.  

En 2008 tomó la decisión de dedicarse por completo al negocio posicionado en el mercado como Unisport.

En la actualidad cuenta con 10 empleados. Con 29 años de experiencia es proveedor de implementación deportiva en diversas instituciones de todo el país.

Para desestresarse un poco, levanta pesas, camina, trota, hace natación y ciclismo.

Jhon Sichel fue importante en el descubrimiento de talentos de levantamiento de pesas en Azuay. Foto Bolívar Sinchi/El Mercurio

Capsulas sobre Sichel

  • Sichel como deportista hubiera querido ser medallista olímpico, “pero en aquella época era tan pobre la situación que era como pedir peras al olmo”. No obstante, “yo venía de un hogar de muchos problemas económicos y en esa situación llegar a viajar a otros países y continentes, eso no tiene precio”.
  • Una de sus grandes satisfacciones fue motivar a sus deportistas a ser buenos profesionales. Como anécdota recuerda que Franklin Rojas le dijo que iba a dejar de estudiar por entrenar. En una ocasión, Sichel, ante sorpresa del halterista, le dijo que llegó el momento de su retiro. Hoy es abogado.
  • Sichel tiene dos hijos cuencanos. “Me siento cuencano, parte de esta tierra que me acogió de forma extraordinaria y en la que me fue bien en la parte deportiva y empresarial”. Hace 10 años recibió la nacionalidad alemana. Su abuelo era de ese país, pero como muchos otros huyeron de la Guerra Mundial.
  • En su éxito deportivo como entrenador, Sichel resalta el apoyo de los expresidentes de Fedeazuay, Ernesto Cañizares y Eduardo Encalada. Del último resalta su positivismo. Admite que hacían un buen dúo porque no se conformaban con títulos nacionales o interandinos. Querían triunfos fuera del país.
  • Sichel, además de entrenador de halterofilia, fue director técnico metodológico de la Federación Deportiva del Azuay, fue vicepresidente de la Federación Ecuatoriana de Levantamiento de Pesas, y fue profesor universitario de Cultura Física durante tres años.