La cultura cívica        

Hugo Darquea López

La conducta ciudadana debe estar orientada por valores y principios fundamentales.  La vida humana está hecha por la mentalidad y la capacidad de actuar con acierto en función del bien común y de la paz ciudadana.

Sin embargo, hay casos y casos, por ejemplo, vemos la ruptura entre el presidente con la vicepresidenta, pretendiendo la destitución de la segunda autoridad del estado sin respetar la norma constitucional que rige la destitución de tales autoridades, exclusivamente por causales expresas, lo demás está fuera de lugar.

Señor presiente, recuerde que rectificar es gobernar.   

En las democracias se debe exigir para las elecciones o el servicio público o privado la calidad académica y la probidad notoria como requisitos indispensables, y en general, para todo servicio los atributos y condiciones morales que acrediten los postulantes.   

¿Por qué se dan los desajustes y las graves contradicciones sociales?

Porque en el fondo es la inmoralidad de los timadores la motivación que guía, aquí o en todo lugar, pues la corrupción no tiene límites, siendo la causa de todos los males que carcomen la conducta personal y destruye a la sociedad.  

Claro está que la conducta acrisolada de los ciudadanos y de los políticos, es la causa de la historia creativa del Estado.  Pensemos en nuestro caso los aportes del civilismo de Rocafuerte, García Moreno y Luis Cordero, la transformación institucional con Eloy Alfaro e Isidro Ayora, Galo Plaza, Camilo Ponce y Velasco Ibarra, como en los últimos decenios la conducción democrática de Jaime Roldós, Osvaldo Hurtado, Rodrigo Boja, Jamil Mahuad, Sixto Durán, Noboa Bejarano, Febres Cordero, que han dejado su aporte de respeto al Estado de Derecho. 

Hubo errores, pero primó la buena fe del servicio público.

Hoy en día, como siempre, debemos actuar en la verticalidad de los principios y valores de la cultura cívica para hacer posible la reconstrucción de la Patria. (O)