¿En qué manos estamos?
La humanidad, llega al siglo XXI, pasa la pandemia de la COVID, hace años abandona esa insana costumbre de quemar las barbas de San Pedro y San Pablo cada 29 de junio, en cuyas chamizas brincaron los niños, aunque se generaba polución aérea. También el desenfreno global tiene lugar cada 31 de diciembre, los gases atmosféricos de campos y ciudades se llenan de smog o niebla tóxica.
La revolución industrial impulsa al igual que las viejas locomotoras el uso del carbón mineral, originando una de las más altas poluciones ambientales, gestoras del efecto invernadero y cambio climático. Al mismo tiempo la economía y el desenfrenado capitalismo poco han meditado sobre esta tiniebla que se cierne sobre el mundo entero, que afecta a todos; unas veces con estiaje, otras con tifones, lluvias torrencialmente destructoras, deficiencias hídricas para electricidad, agricultura, ganadería y obviamente la materia prima para la potabilización. Lamentablemente, tengo que sumar un hecho no gestado por la Naturaleza Andina, me refiero a los incendios forestales que laceran el milagro biológico de nuestros ecosistemas, alteran la producción de agua desde las zonas de “páramo” donde están situadas las zonas de recarga hídrica, que a medida que desciende rodando por laderas y rocas, engrosan su caudal y forman quebradas y ríos de montaña con el más rico e importante compuesto de la vida, como es el AGUA.
Todo se afecta por acciones antrópicas, hay cerebros patológicos que, vestidos de piromanía, destruyen la fisiología de una Ciudad, como ocurrió en Quito, urbe sitiada por el veneno de la modernidad. No ahorramos ni agua, ni electricidad, ni contamos con responsabilidad política. La Tierra proporciona lo suficiente para las necesidades de cada hombre, pero no la codicia de cada hombre. (Mahatma Gandhi). Otra célebre sentencia: “El Mundo es un lugar peligroso, no a causa de los que hacen el mal, sino por aquellos que no hacen nada para evitarlo” (A. Einstein). ¿en qué manos estamos? (O)
