De casa adentro

David G. Samaniego Torres

Lo que pase en Manta, Gutún, Chigüinda, Vilcabamba o en Ecuador entero, lo llamo ‘de casa adentro’, porque nos atañe únicamente a nosotros, a los de casa. Este preámbulo es válido para ser, más adelante, mejor comprendido. Mencionaré algo nuestro, profundamente cercano y penoso. Transcribo, entre comillas, un texto anónimo que contiene aseveraciones que andan dispersas. Me golpea el texto. Me sentí mal al leerlo, sin embargo, decidí colocarlo en esta columna para menguar mi vergüenza porque me siento en parte cómplice de que el párrafo que sigue tenga mucho de verdad. Por desgracia su contenido atañe a quienes habitamos en la casa grande, en nuestra patria.

“Me parece irónico que la Asamblea se burle de la crisis cuando ellos, en su inmensa mayoría, tienen apagada su capacidad, desconectada la moral, a oscuras su honestidad, en tinieblas la inteligencia y en la penumbra la empatía con el país”.

La frase que acabo de transcribir es bien redactada, presupone creatividad, conocimiento de la Asamblea y buen manejo de nuestro idioma. Es un párrafo creado para pensarlo, para analizarlo, para entender los entretelones de una importante institución nacional; también: para ruborizarnos. El párrafo transcrito lleva rodando más de un par de semanas. No conozco que se haya iniciado una campaña para dar con el autor. Nuestra Asamblea no ha levantado la voz, no ha defendido su integridad, no indaga su autoría, es decir nada ha pasado o lo peor, es tan solo agua que corre bajo el puente, hoy como ayer. El silencio es un ardid de ciertas defensas. No armar bullas, no embarcarse en discusiones que bien pueden destapar cloacas o viciar el escaso aire cívico que aún está embodegado.

Un nuevo proceso electoral está en marcha. No maldigamos mañana porque la Asamblea no asume sus responsabilidades o porque tenemos un Presidente que no es otra cosa que una caricatura de un verdadero jefe de estado. Si los maldecimos seremos una sarta de insensatos e hipócritas porque fueron hechos a nuestra imagen y semejanza.

Esta es la hora, amables lectores de El Mercurio y demás compatriotas, de analizar, nombre por nombre, responsablemente, alejados de toda vocinglería a quienes nos representarán en diversas instancias del poder.

Estoy por cumplir mis primeros 89 años. Permítanme vivir, al menos lo que falta para la centuria, con la alegría de saber que pudimos enmendar errores, aún a tiempo. (O)

Publicaciones relacionadas

Mira también
Cerrar