La COP16 sobre Diversidad Biológica, el encuentro ambiental más importante de la región celebrado en Cali, Colombia, supuso una presión particular para la agenda del presidente Noboa. No solo por la crisis energética y política que atraviesa Ecuador en estos días, sino también por la «mochila» pro-minera que el mandatario lleva consigo.
Es de conocimiento público el esfuerzo gubernamental por vincular a Ecuador con la inversión minera de gran escala, reflejado tanto en los viajes de marzo a Canadá en donde se reunión con la Asociación de Prospectores y Desarrolladores en Toronto (PDAC), la visita en Septiembre a NewYork y Toronto en donde mantuvo reuniones con varias empresas petroleras y mineras que expresaron su interés. La atención del presidente Noboa en la extracción minera representan una apuesta para atraer inversión extranjera y nacional en Ecuador, lo que hace aún más riesgosa su participación en un encuentro cuya convocatoria se orienta en sentido opuesto a esa agenda.
La explicación sobre su visita a la COP fue dada en la entrevista del pasado domingo. Noboa mencionó la necesidad de comprar energía eléctrica y una suerte de búsqueda de reciprocidad por parte de su homólogo colombiano para la próxima reunión de mandatarios en Cuenca, en el marco de la Cumbre Iberoamericana. Así, se vio obligado a esconder su «mochila» pro-minera y a hablar de temas como juventud, inseguridad y protección de la vida desde el Estado. Su mensaje fue escueto: una vaga expectativa de que el mundo no se va a acabar, y que puede haber un futuro mejor.
Palabras que se pronuncian mientras en Ecuador la agenda ambiental es prácticamente inexistente. Expresiones que se distancian de la empatía con la que intentaba justificar sus acciones del domingo pasado y que nada tienen que ver con las 14 horas de oscuridad diarias que sufren los ecuatorianos. No sorprende que la gente, tanto en redes sociales como en las calles, exprese su descontento cuando las necesidades básicas no son atendidas. Que las voces se eleven ante la sordera de Carondelet, y que la «mochila» de Noboa ahora pese.