Un feriado atípico vive el Ecuador durante estos días por el Día de los Difuntos, el aniversario de la independencia de Cuenca, más el graciosamente añadido por el Gobierno.
Cinco días de asueto en medio de prolongados apagones, la inseguridad y el bullicio del mundo político, siempre impredecible y hasta descorazonador.
El comercio informal, cuyo asenso está a la vista, el sector turístico y los grandes negocios, ven en este feriado una oportunidad para compensar en algo las pérdidas a causa de la crisis eléctrica, o tener ingresos cuando menos para satisfacer las necesidades familiares diarias.
Lo ideal hubiera sido un ambiente tranquilo, como cuando se calificaba al Ecuador de ser una “isla de paz” a nivel de la región andina.
Mucho, mucho más sin los apagones tediosos, fluctuantes y caros además, así por la compra de generadores no se pague el IVA.
Se acepte o no, esas situaciones indeseables pesan a la hora de la hora. Su factura vendrá luego y sin plazos para pagarla.
En el caso de Cuenca, la situación en algo será diferente respecto al resto del país.
Las autoridades del sector eléctrico se comprometieron a no suspender el servicio en las zonas en las cuales se desarrollan los actos programados por la Municipalidad, en especial aquellos que convocan a una gran concurrencia.
Igual sucederá en los diferentes camposantos con motivo de la celebración del Día de los Difuntos.
El resto de la ciudad deberá sujetarse a los horarios de los cortes, lo cual, de alguna forma, por seguridad limitará el ánimo de la gente como para dejar la casa a solas.
En estos días festivos, y así suele decirlo la Policía, delincuentes de otras ciudades suelen arribar a Cuenca para cometer sus fechorías.
Tomar las debidas precauciones en casa; si se concurre, en los conciertos al aire libre, en desfiles, en fin, donde haya aglomeración.
Pese a todo, ojalá el saldo de este feriado, tanto en lo económico cuanto en la seguridad, aun en el esparcimiento, sea positivo.