El hombre puede vivir en un país democrático amenazado en mayor o menor grado por grandes cambios sociales, o puede vivir bajo una dictadura, que acaso le sobreviva o a la que más probablemente, él sobrevivirá.
De cualquier modo, su vida personal seguirá siendo un todo integrado conformado por las corrientes de los tiempos.
Las mejores filosofías sociales no tienen mayor objetivo que el de que los seres humanos que viven bajo un régimen determinado, puedan tener vidas felices individualmente.
Mientras el hombre sea hombre, la variedad será el sabor de la vida. La importancia de cada persona, a mi parecer proviene, no solamente del hecho de la mejora de nuestra vida social y política y de las relaciones internacionales; procede de la acción y el temperamento sumados de los ciudadanos que componen una nación, como también del temperamento y la cualidad de cada uno de sus habitantes.
En la política en general, y en la evolución de un país de una etapa a otra, el factor determinante es el temperamento del pueblo, considero que, sobre las leyes del desarrollo económico, está el elemento más importante que es: la forma de hacer las cosas y resolver los problemas que tienen cada nación. Este temperamento que se llama en abstracto “el genio del pueblo”, no es más que la suma de los individuos que componen esa nación, de tal forma que este “genio”, es decir el carácter de la conducta de un pueblo.
En todo el panorama movedizo de la historia de la humanidad, los cambios han estado decididos por la elección díscola, incalculable e impredecible propia del ser humano.
En el sentido antes mencionado, el confucianismo relacionó la paz mundial con el cultivo de nuestras vidas personales. Los estudiosos del confucianismo decían: “el pueblo antiguo que deseaba tener una clara armonía moral en el mundo, ordenaba primero su vida nacional; los que deseaban ordenar su vida nacional, regulaban primero su vida familiar; los que deseaban regular su vida familiar, cultivaban primero sus vidas personales; los que deseaban cultivar primero sus vidas personales, enderezaban primero sus corazones”.
En la actualidad, bajo el “Darwinismo social” en el que vivimos, en algún momento de nuestra vida adulta, nuestra naturaleza sentimental es asesinada, congelada o atrofiada por un ambiente ingrato, en gran parte por nuestra culpa, al no cuidar de mantenerla viva, o porque no podemos mantenernos fuera de ese ambiente.
En verdad, el cultivo de la vida personal es el cimiento para todo. (O)