La palabra milagro proviene del latín miráculum derivada del verbo mirari que significa mirar con admiración. Asociada con la raíz indoeuropea mei de reir, sorprenderse, y, en resumen, maravillarse. La palabra sin embargo ha caminado hacia la designación de la cosa maravillosa y ha dejado atrás a la mirada admirada, sorprendida y maravillada, como si el solo hecho de mirar, no resultara ya suficiente razón para indagar a profundidad sus causas. Por supuesto, no es este el espacio para debatir sobre el mito de lo maravilloso entendido como lo anti o sobre natural, pero sí para realizar alguna anotación sobre el carácter de la mirada sorprendida, sabiendo que, en la sociedad del cansancio, mirar con admiración (atención) es una cosa imposible. Casi ninguna mirada es una mirada sorprendida. Exceptuando la mirada de los niños, esos inadaptados a los que se enseña a adecuar su mirada a la normalidad de un mundo que no mira y que no se entusiasma por la propia mirada. Mirar la propia mirada, es un asunto de la filosofía, no por nada lo griegos dijeron que su origen está en el mirar-con-asombro. Pero en la actualidad, por paradójico que parezca, la filosofía o en otras palabras, el pensamiento crítico, está disociado de la-mirada-propia. De ahí que se haga un llamado a les educadores a potenciar el milagro del propio pensamiento que por imperfecto y carente que sea, evita la repetición, la vacuidad y la falta de sentido. (O)
CMV
Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social y Diplomado en Medio Impresos Experiencia como periodista y editora de suplementos. Es editora digital.
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