Muy de mañana, la mañana del “viernes negro”, en Guayaquil un canal de televisión envió a su reportera a un supermercado para que transmitiera “en vivo y en directo” cómo amaneció ese día de baratillo, donde un señor o señores deciden humanizarse y ordenan botar por la casa por la ventana. Ya ellos verán luego cómo se reponen, sea no pagando impuestos o siendo perdonados los intereses acumulados.
Cámara en acción. Miles de personas amanecieron frente al local. Están aglomerados, ansiosos. A gritos exigen abrir las puertas. Los guardias como que cuentan 1, 2, 3. Se contienen. Se oyen silbidos. La reportera, como si fuera un partido de indoor fútbol, haciendo trizas el español relata paso a paso todos los movimientos.
Abiertas las puertas se ve la estampida humana. Unos encima de otros. Ocurren las primeras caídas. Corren. Se agarran por detrás. Comienza la pelea por los carritos. Jalones y más jalones. Unos se llevan hasta tres o cuatro, al viejo estilo “Polito” del “agarra todo lo que puedas”.
La reportera se lamenta. Pide compostura, ¿a quién? Y ya casi sin fuelle, “doy paso a estudios centrales para que ustedes compañeros sigan con mayor información”.
En tales estudios, entre contorsiones y la “lorería” de los presentadores, estos le agradecen “por el reportaje completo”. ¿Reportaje?
En Cuenca, los medios no se quedaron atrás. Como es “tendencia” el “viernes negro” también se lanzaron en busca de links. ¡Qué notición! ¡Qué acontecimiento!
La gente hizo largas filas frente a los supermercados. Todos a apertrecharse de carbohidratos, de “chatarra”, de gaseosas y bebidas energizantes, de aceites, mantecas, papel higiénico. La lista es larga. Hasta se llevaron lo que no tenían previsto confiados en el 2×1. Ni siquiera se fijaron en la fecha de caducidad. Pero ¡qué importa! La tarjeta de crédito aguanta todo. Luego ya veremos.
Es la locura del “viernes negro”. Por estos lares dura días, semanas y hasta pasada la Navidad. En esto les ganamos a los gringos, los creadores de ese día, según dicen por la venta con descuentos de esclavos negros durante un viernes. Qué crueldad.
Ellos tienen un único día y los descuentos son reales. Acá no, porque pueden ser ficticios, engañosos. Pero si hasta en bares, cantinas y donde venden agua de coco se ofrecía el 3×1, el lleve hoy pague en enero, el difiéralo hasta seis meses.
La fiebre del consumismo rebasando la máxima temperatura.
La plata le sigue al platudo, las pulgas al desnudo. La pauperización de los negocios pequeños. La deshumanización del mercado. La locura del sinsentido. El algoritmo del compra y compra. Amén. (O)