La vida transcurre como el agua entre las manos, así cada vivencia tiene dos caminos: ser un triste recuerdo o simplemente, una oportunidad de aprendizaje y crecimiento. Dependerá de cada uno de nosotros decidir cómo hacer buen uso del tiempo y de la bendición de ser y estar en este espacio llamado Tierra.
Convencida estoy de qué nacimos con algún propósito, definirlo y accionarlo es nuestra tarea. No esperamos que el último aliento de vida nos recuerde que pasamos sin hacer nada, sin dejar huella. Tras el incendio de más de 10.646 hectáreas del Parque Nacional Cajas cargamos con la muerte de cada ser vivo, que no debía morir. Flora y fauna de acuerdo al plan perfecto de Dios cumplen su propósito, y este es mantener el equilibrio de la naturaleza y nosotros la especie humana también somos parte de esa naturaleza que ardió, sangró y que también se secó. Años tomará para que ese patrimonio natural se nos cure, lo sucedido en noviembre que no vuelva a pasar nunca más. Necesitamos con urgencia cambiar nuestra manera de vivir y esto es mediante dos acciones: respeto y empatía.
Nosotros los de las generaciones cuarentonas y los que nos anteceden, nos hemos deleitado de la rica agüita del Parque Nacional Cajas y los que vienen atrás qué, acaso no tienen derechos y las mismas oportunidades. El agua, el líquido vital hay que cuidarlo, preservarlo, amarlo. Solo lo que se ama se cuida, se valora. Me resisto a pensar que lo del Parque Nacional Cajas fue un acto de interés político nacional, ya que, justo por Quimsacocha y Loma Larga, donde hay interés por la minería ardió en llamas, ¿qué extraño no?
Solo en la conciencia de esos pirómanos arderán los gritos desesperados de tantas especies que murieron. La vida debe prevalecer por encima del dinero, favores y porquerías políticas; gracias a Dios Cuenca tiene autoridades que defienden y cuidan la vida a diferencia de un gobierno de cartón que más perdido no puede estar para muestra el sector social y educativo se desmorona: escuelas que se caen, proyectos y programas con cero inversión para el sector vulnerable. ¡Qué cosas no! (O)