El juego del ahorcado

Ma. Isabel Cordero

La guillotina se convirtió en un ícono no solo de la Revolución Francesa, sino también de la lucha contra el poder absoluto. Simular que una persona era guillotinada ayudaba a reforzar la narrativa de que la revolución era una ruptura definitiva con el pasado, justificando la violencia como un medio necesario para alcanzar la justicia y la igualdad, que son los fundamentos de los derechos humanos que hoy gozamos.

Mugre Sur, en el QuitoFest, simuló el ahorcamiento del Presidente Noboa, evento que provocó reacciones a favor y en contra, comentarios que censuran un evento y expresión cultural, otras plantean que promueve la violencia y el odio, y otro tanto aplaude de pie el acto: por fin alguien hace algo.

En un análisis sociológico, actos públicos en donde se simula una decapitación, ahorcamiento o la quema de banderas, reflejan un elevado descontento social por el régimen que gobierna, son una expresión de malestar que incentiva un llamado a la acción y a la movilización. Parece un “deja vú” de los 2000, cuando el país era “ingobernable” se ahorcaron, enterraron y quemaron monigotes de líderes políticos, que al poco tiempo fueron derrocados. Hay un despertar social, quiero creer que se acercan tiempos de cambio y que la cultura urbana está destapando conciencias que la política no logra destapar. (O)

mi.cordero@sendas.org.ec

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Mira también
Cerrar
Botón volver arriba