Cerca de iniciar un nuevo año, pienso que: a veces uno tiene la impresión de que un año ha volado, pero, aunque no haya sido suficiente para cumplir nuestros objetivos, han sucedido varios tipos de acontecimientos en nuestras vidas personales, en la vida del país y en la del mundo.
El hoy pasa y ya no vuelve, y aunque llegue el mañana, no es ya hoy; y aunque hay un año próximo, ya no es este año; y así se alargan los días de la naturaleza, en tanto que los días de nuestras vidas se abrevian.
El pasado no existe, sino gracias al recuerdo que es la facultad que hace regresar el pasado al presente, desde esa fuente llamada memoria.
Somos historia, por esta razón, considero muy grave cualquier enfermedad que nos arrebate la memoria y el recuerdo, pues ese momento dejamos de existir.
Todos somos lo que hemos sido, llevamos la marca del tiempo. Nuestra memoria está limitada porque existe el olvido, sólo recordamos unos pocos hechos de nuestro pasado.
Hay una memoria colectiva, que es aquella que existe en los grupos generacionales que vivieron conjuntamente etapas de la vida, en la escuela, el colegio, la universidad, el trabajo etc. Esta memoria renace por los recuerdos comunes, pero tampoco dura mucho, pues desaparece cuando mueren los últimos representantes de aquella generación.
Para la historia es importante la memoria colectiva, pues es un pasado que palpita en el recuerdo, y se convierte en una historia contemporánea.
El problema que afrontan todos los seres humanos, no es cuál debe ser el propósito que traten de lograr, sino apenas, qué hacer con la vida que se les da por un período determinado de tiempo.
Por todas estas razones, debemos aprender a amar y a honrar al tiempo, porque sabemos cuáles son sus intenciones, disposiciones, secretos y misterios.
Qué extraño y misterioso es el tiempo, qué raros somos, el tiempo ha cambiado realmente y también nos ha cambiado. Ha avanzado un paso, ha descubierto el rostro, nos ha asustado y después nos ha trasportado.
La mayor parte del tiempo de nuestra vida la pasamos entregados al mal, otra parte sin hacer nada, y toda la vida haciendo lo que no debiéramos hacer.
Debemos aprender a valorar el tiempo, saber cuánto vale un día, entender que cada día el hombre muere un poco.
La vida es como una isla en un océano de soledad, una isla cuyos macizos de roca son esperanza, cuyos árboles son sueños, cuyas flores son soledad y cuyos arroyuelos son sed.
Al comenzar un nuevo año, es indispensable para nuestra dignidad, que reflexionemos que, la vida sin libertad es como un cuerpo sin alma, y la libertad sin pensamiento es como un espíritu confuso. (O)