La falta de lluvias en la región austral, que duró alrededor de cuatro meses, produjo una serie de repercusiones negativas: económicas, laborales, productivas, políticas, domésticas, etc, por ello que el volver a ver a los ríos con agua, correntosos, cantarinos, no solo devolvió la tranquilidad alterada a los hogares ecuatorianos, sino que también cambió el estado anímico de la población. ¡Cuánta influencia en la buena “vibra”, entre un río seco y otro lleno del agua vivificante!
Lo que si no deja de llamar la atención es que haya ecuatorianos, que, por obra de algún hado maligno, a lo mejor, que no hayan recibido las lluvias con alegría, con gusto, con una sonrisa de satisfacción. En otras palabras, que haya habido ecuatorianos que cada vez que aparecía el cielo encapotado, con amenaza de lluvias, o con aguaceros francos, o con los ríos comenzando a llenarse, pues se llenaban de tristeza, de frustración, por la única infausta razón de que las lluvias significaban el fin de los apagones, el retorno a la normalidad y, una respuesta positiva de la población en su relación con el gobierno.
¿Será verdad que hay personas que prefieren que le vaya mal al gobierno de turno, no importando que la causa sea un fenómeno natural o errores en las decisiones gubernamentales, para que pierda en las próximas elecciones, sin importar que las circunstancias adversas causen graves daños a los habitantes del país? Pues sí, y no solo que es verdad, sino que la oposición irracional no piensa dos veces cuando de su accionar depende el provocar aún mayores daños a la gestión gubernamental o institucional. Que lo diga sino el ex abogado de Jorge Glas, furioso correísta, quién ha sido encaramado en la Comisión de Control Cívico de la Corrupción, conformando una nueva mayoría al interior de la institución, acción a la cual se sumaron, increíblemente, los socialcristianos y la bancada de Construye, solo Dios sabe bajo que condicionamientos. El feriado ayudará para que estas agrupaciones puedan elaborar una argumentación medianamente creíble sobre su “célebre” decisión y, ojalá, les ayude también ha pasar la vergüenza. (O)