Ecuador enfrenta un escenario electoral marcado por un clima de violencia que amenaza no solo la seguridad de los candidatos, sino también la confianza ciudadana en el proceso democrático. Las agresiones recientes, que han ido desde amenazas hasta atentados, han llevado a los postulantes a limitar sus actividades públicas, transformando plazas llenas en campañas virtuales y actos privados.
Este escenario refleja un grave deterioro en la convivencia social y en las garantías que deberían ser ofrecidas a los ciudadanos para el ejercicio de derechos fundamentales, como el derecho a participar en la política. La violencia no discrimina colores partidarios ni ideologías; afecta por igual a candidatos y ciudadanos, sembrando miedo y desconfianza en un momento crucial para el país.
Más preocupante aún es el impacto a largo plazo de este clima de inseguridad. Una campaña limitada por el temor reduce el contacto directo entre líderes y ciudadanos, debilitando el diálogo necesario para construir propuestas sólidas y cercanas a la realidad. Al mismo tiempo, el miedo puede desincentivar la participación ciudadana, tanto en las urnas como en el ejercicio del debate público.
Es imperativo que las autoridades implementen acciones decisivas para asegurar la seguridad durante este proceso electoral. Proteger el ejercicio democrático es fundamental para evitar que el miedo se convierta en un actor más de la política ecuatoriana.
Ecuador no puede permitir que la violencia defina su destino. (O)
