Vamos a recordar. Estamos en época electoral y los equipos de campaña de ciertos candidatos llevan a cabo la misma campaña electoral. Básicos. Tediosos. Hasta cansones. Todo el mundo habla de que van a recuperar el país, a revivir la nación o refundar el Ecuador. Re, re, re. Qué desgracia. Acá tienen que recapturar a los narcos que se escaparon. O, de pronto, un plan para reestablecer el sistema judicial que nos tiene fregados. Pillo que entra, en menos de lo que canta un gallo sale campante, riéndose de los chapas. Porque los que administran la justicia recaudan la guita mejor que cualquier entidad de control.
Ni hablar de las campañas de los asambleístas provinciales. Me salen las lágrimas de la risa y un tanto de la pena. Que han nacido con algún poder sobrenatural para “cambiar” la provincia, para que “retornen” las obras o para “prevenir” las desgracias por la desatención. Realmente, esas campañas electorales no sirven para nada.
Y claro, como no tienen nada interesante que “mostrar” al elector, recurren al baile. A ponerse a danzar algún ritmo de tendencia para cautivar el voto y llegar al poder. Mirar a un candidato pasado de los 55 años bailar hasta el suelo realmente deja claro que no tiene nada que ofrecer a sus ciudadanos. Ya sea marchando, saltando o aplaudiendo, las campañas no son para nada interesantes. Es por eso que vienen unos publicistas, desarrollan uno que otro guion y se endosa la campaña.
Pero eso no es culpa de ellos. Es culpa de los asesores políticos que tienen. Zapatero a tu zapato. ¿Qué hace un ingeniero asesorando en comunicación política? O, de pronto, abogados con inclinaciones de periodistas o influencers tratando de armar narrativas para influenciar en la opinión pública. Claro, como son militantes, parece que tienen la potestad de llevar adelante las campañas, y luego, cuando meten las patas, andan asustados sin saber cómo responder a una crisis.
Por ejemplo, ¿qué hace un ingeniero mecánico liderando una casa legislativa? Ganan millones con sus profesiones, pero apuntan a la política para forrarse con más plata y poder y lactar un poquito de la teta del Estado para sus bolsillos. O, de lo contrario, mire cómo ciertos malos “políticos” son dueños o forman parte de empresas proveedoras del Estado. Eso, ciertamente, es el interés de los malos. De los que dicen que van a “cambiar” el Ecuador. ¡Rufianes! (O)