Han transcurrido 533 años desde que, por casualidad, hombres procedentes de cielos lejanos llegaron a estas tierras, marcando el inicio de un proceso que devastó muchas costumbres y valores arraigados en esta tierra, ignorando la existencia de una raíz poderosa que nunca podrá ser eliminada: la identidad de los nativos. Su verdadero nombre permaneció en el olvido hasta que una voz ajena los rotuló como indígenas por una confusión geográfica en la que se creyó erróneamente que habían llegado a las «Indias».
El término fue adoptado oficialmente por la OIT hace 46 años en un intento de uniformar a las personas, olvidando la singularidad de cada cultura. Así, esta identificación, a menudo despectiva, se convierte en una ofensa profunda. Adviértase nomás cuando a alguien –indígena o mestizo– se lo quiere ofender, se apela a la virulenta frase “indio hijo de p…”: si lo segundo puede pasar por alto, lo primero enerva y conduce a las empuñaduras.
Las comunidades indígenas albergan una riqueza invaluable en su filosofía de vida, conocimientos tradicionales sobre la naturaleza, prácticas agrícolas sostenibles y contribuciones a la medicina y la farmacología. Estas culturas han sido guardianas de una vasta riqueza espiritual, que incluye tradiciones, religiones, creencias y lenguas.
Sin embargo, no se puede desestimar el legado de los “descubridores” de América que incluyó la religión cristiana y el idioma español, pilares de una nueva civilización en este “nuevo continente”. Gracias a los relatos del Evangelio en CASTELLANO, conocimos la vida y enseñanzas de Jesucristo a través de las voces de Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Entonces, la religión cristiana y el idioma español se han convertido en identidades centrales de nuestra civilización actual, y no debemos renegar de quienes nos trajeron estos legados.
El 23 de abril se estableció como el día para exaltar el IDIOMA CASTELLANO, inmortalizando el nacimiento de don Miguel de Cervantes Saavedra. Esta lengua a menudo es maltratada por aquellos que reniegan de su belleza y riqueza, en contraposición, los verdaderos defensores de la identidad cultural celebran la lengua con devoción, evocando versos de la poesía de J. de Ibarbourou en Elogio de la Lengua Castellana: “Lengua castellana mía,/ lengua de miel en el canto,/de viento recio en la ofensa, / de brisa suave en el llanto/” … “¡Lengua de toda mi raza, / habla de plata y cristal, / ardiente como una llama, / viva cual un manantial!/” Esto resuena el entrelazamiento de culturas y lenguas en que reside la esencia de nuestra identidad. (O)