“La soberanía es el derecho de un Estado para gobernarse a sí mismo sin interferencias externas. Es la capacidad de tener autoridad no solo sobre su territorio y población, sino también sobre sus decisiones políticas, económicas y sociales.”
En el contexto geopolítico actual, estos conceptos están cada vez más comprometidos. En el caso de Ecuador, si bien somos formalmente un país soberano, distintos factores históricos y contemporáneos han limitado la capacidad para decidir nuestro propio destino.
Organismos financieros internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial han condicionado nuestra economía, imponiendo reformas a cambio de préstamos.
China, por otro lado, se ha convertido en un actor clave también con préstamos e inversiones que comprometen recursos naturales estratégicos, como el petróleo. Estas relaciones, lejos de ser alianzas equitativas, han generado dependencias profundas que condicionan nuestra política económica internacional.
La dolarización, implementada tras la crisis bancaria de 1999, si bien proporcionó cierta estabilidad, también significó la pérdida una soberanía monetaria. Una decisión tomada bajo presión, en un momento de vulnerabilidad nacional.
A esto se suma la crisis migratoria, con la llegada masiva de ciudadanos de países vecinos provocando desafíos sociales y de seguridad que han presionado al Estado a proponer medidas urgentes, muchas veces influenciadas por agendas externas, particularmente en temas de narcotráfico y cooperación militar.
La presión por extraer nuestros recursos naturales ha comprometido seriamente la protección de nuestra biodiversidad. Influyendo en políticas que ponen en riesgo la soberanía territorial en medio de la tentación y la corrupción.
En conclusión, una soberanía autentica se consolida mediante una política exterior sólida, alianzas estratégicas justas y una visión de país bien definido. Solo de ese modo podremos trazar nuestro camino con liderazgo, autonomía, libertad y plena independencia. (O)
