Al quicuyo, ¡échenle cal!

Hay una práctica en la agricultura que siempre me ha parecido extrañamente poética, la quema controlada. Esapráctica que prende fuego, de forma deliberada y cuidadosa, a ciertas áreas para evitar incendios descontrolados más adelante, esa que parece destrucción, y que en realidad es renovación.

Y como el campo, nuestra vida poco a poco se llena de elementos que la saturan, que invaden, que crecen sin control, que asfixian y que eventualmente pueden hacernos estallar.  Tal vez lo que necesitamos de vez en cuando es una “quema controlada”, que nos libere de aquello que aceptamos o permitimos por inercia, culpa, pena o para evitar conflictos.

En Fired Up, Shannon Watts habla de esas quemas simbólicas como formas necesarias de cuidado personal, de soltar lo que ya no nutre, lo que ya no suma, de tener la lucidez de dejar espacio para lo que importa.

El filósofo Henry David Thoreau dijo en su obra Waldenque “la mayoría de los hombres viven una vida de silenciosa desesperación”, posiblemente parte de esa desesperación se debe a vivir encadenados a lo que otros esperan de nosotros, a haber dejado de hacer lo que nos llena, a habernos quedado anclados en un pasado que ya no nos representa.

Seguro hay alguna quema que estamos postergando, algunas ramas secas que conviene dejar ir. Revisemos qué espacios de nuestra vida podríamos despejar, qué actividades, relaciones o rutinas están ocupando demasiado espacio y necesitan volver a su justa dimensión o desaparecer.

Seguro que no será fácil, una quema controlada requiere coraje, y también cuidado; no se hace de golpe ni sin preparación o precauciones. Pero cuando se hace bien, libera, da aire, deja suelo fértil para algo nuevo que va más allá de vivir en piloto automático. (O)

Dra. Cecilia Ugalde

Comunicadora, doctora en Marketing. Docente e investigadora en la Universidad del Azuay. Ha hecho publicaciones en alfabetización mediática, redes sociales, marca y comportamiento del consumidor.

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