Se está destapando una olla de grillos. Con la caída de Don Fito y uno de sus cómplices que operaba en el Municipio de Manta ahora conocemos cómo la mañosería se tomó el transporte. Es evidente. Los conductores denunciaban que ciertos agentes de tránsito exigían pagos para no llevar los carros al canchón porque se inventaban cualquier desperfecto. Tenían hasta facilidades de pago por transferencia bancaria.
Entonces resulta fácil ver cómo vehículos reportados como robados salían matriculados sin problema. Y claro, la otra cara de la moneda. Los dueños de carros legales sufrían un calvario para defender la propiedad de sus vehículos. A ellos sí se les trababan los trámites hasta que se aclararan las denuncias. Mientras tanto pagaban multas que no cometieron.
Me pregunto. ¿A quién diablos le entregamos el control de las ciudades? Los grupos delictivos ya manejan la provisión de servicios públicos. Hace pocas horas allanaron una casa en Guayaquil y encontraron especies de matriculación de más de 20 municipios. Imagínese la magnitud de estos hechos. Así se entiende cómo los carros robados terminaban matriculados de forma “legal”. Hay una trama terrible en el sector de matriculación vehicular.
Son estas cosas las que provocan el desprecio de la gente hacia la política. El servicio público se ha convertido en sinónimo de negociado o robo. Es en serio. Cómo calificar entonces que la detención del Negro Tulio haya salpicado la imagen del alcalde de Durán. Las fuerzas del orden intervinieron en ese municipio donde, de acuerdo a las evidencias, el patio de la estación de bomberos habría servido como bodega para ocultar droga. Usted saque sus conclusiones.
Hace falta una purga. Una buena limpia de esos elementos.
Pero cuando los fiscales empiezan a investigar estos negocios podridos terminan asesinados y listo. No pasó nada. ¡Qué miedo! Es una guerra sin cuartel. Los buenos funcionarios que trabajan en los municipios solo obedecen órdenes. Hay que sanear esas dependencias. A veces qué culpa tiene un alcalde de que las mafias estén metidas debajo de esos escritorios. Qué más da. Es la realidad ecuatoriana. (O)