Los alcaldes

Aníbal Fernando Bonilla

Las ciudades deben armonizar su desarrollo de acuerdo con lineamientos claros y con una prospectiva emanada de la principal autoridad. La implementación y ejecución de proyectos viables ha de suponer el contingente técnico a partir de un trabajo en el territorio, que incluye las realidades y visiones entre urbe y ruralidad. Con diagnósticos serios. Entonces, tales directrices que se entienden surgen del liderazgo del burgomaestre, estarán sujetas al involucramiento ciudadano, o sea a la participación directa de los actores sociales, quienes son vigilantes del acontecer municipal según las líneas-base de los planes programáticos que recogen las apremiantes necesidades que actualmente no sólo se limitan a la dotación de servicios básicos, sino que sobrepasan inclusive las consabidas competencias, con las cuales antes que potenciar a favor de la gente, ciertos alcaldes lo que hacen es cobijarse de las mismas para gobernar desde la comodidad del escritorio.

¿Qué sucede con esos otros temas que se desbordan y que merecen atención, más allá de la delimitación de funciones? La inseguridad, el desempleo, el emprendimiento productivo, el manejo de recursos naturales, la difusión cultural no deben ser vistos como algo ajeno por las municipalidades, al contrario, caben respuestas viables a través de la coordinación de una serie de acciones interinstitucionales. Es decir, gestionar en entidades nacionales e internacionales. Buscar recursos. Afianzar alianzas estratégicas. Hay aspectos que no le dan la importancia suficiente como es el turismo, cuyo eje de expansión viabiliza el progreso de las ciudades, y, por demás está decirlo, de la gente. Otro componente al que los alcaldes no le ponen el ojo, es la cultura. Hay que invertir en programas y actividades sostenidas que fortalezcan el sentido de identidad. Un pueblo que no profesa orgullo de sus raíces es un pueblo amorfo y carente de un futuro anhelado.

En el Ecuador, ciertamente se observa una crisis de representatividad en las municipalidades. Una acefalía de liderazgos probos. La majestad del ayuntamiento está mancillada. Peor aún el noble significado de la política venido tan a menos. Alrededor de muchos alcaldes existen equipos de trabajo ajenos a la experticia técnica y la dimensión interdisciplinaria. Campea la mediocridad y el palanqueo. Y para colmo, el adulo. No hay un compromiso auténtico con el cantón y con sus parroquias. Sino el apetito devorador personal. Encima, colaboradores o asesores sin títulos académicos y/o solvencia profesional. Sin mentar un problema ya estructural: la corrupción. Con esta panorámica, lo que se plantea como interrogante es ¿qué proyección tienen nuestras ciudades en el marco de los acelerados desafíos que se imponen en la contemporaneidad? (O)

Lcdo. Aníbal Bonilla

Máster en Estudios Avanzados en Literatura Española y Latinoamericana. Máster en Escritura Creativa por la Universidad Internacional de la Rioja. Licenciado en Comunicación Social. Autor de varios libros.

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