Literalmente hablando, no se sabe si los hospitales públicos, sea del Ministerio de Salud Pública (MSP) o los del IESS, están más enfermos respecto de aquellos que ingresan a sus salas.
Según revelan investigaciones periodísticas, la fiscalización de asambleístas, o casos inaceptables como el ocurrido en el Hospital Universitario de Guayaquil, hay casas de salud con poco o nada de medicamentos, con menos personal médico, con equipos obsoletos u otros funcionando a medias, o con presupuestos recortados cada año.
Uno de ellos es el Hospital Vicente Corral Moscoso, en Cuenca, cuyo presupuesto, para 2025 se redujo en $ 7 millones.
El director de esta casa de salud confirmó esa reducción a los asambleístas del Azuay.
Aquel no es el único problema. Entre otros: servicios sanitarios sin mantenimiento y con problemas de limpieza, medicación incompleta para pacientes de cuidados paliativos, equipo de endoscopía inhabilitado, tomógrafo funcionando a media capacidad.
Las consecuencias las sufren los cientos de pacientes.
En semejantes condiciones funciona un hospital caracterizado de regional, en el cual, al interior, todos saben cuanto ocurre, pero hacia fuera reina el silencio, si bien, de vez en cuando, se escuchan denuncias de los trabajadores.
Definitivamente la salud pública está de mal en peor. El MSP adeuda millones de dólares a hospitales particulares por la derivación de pacientes, como ocurre con el IESS, una modalidad inventada para, salvo excepciones, enriquecer a terceros, como lo revela la investigación hecha por diario Expreso.
Si persiste el perverso cuadro nacional básico de medicamentos, en el cual predominan 2 0 3 para el dolor; peor el sistema de subasta a la inversa, en el cual gana el que menos paga pero por medicamentos de pésima calidad, la salud pública seguirá por el despeñadero, empujado, además, por la corrupción.