Desaguisado y afrenta pública

La escasez de debate en el Ecuador en los últimos años se ha convertido en uno de los factores desencadenantes, entre otros, para la agudización de los problemas en el plano nacional. En cada campaña electoral lo que prevalece es la estrategia detrás de agitar emociones. El marketing con los zapatitos rojos o el muñeco de cartón por delante. Nada de ideas. Menos de propuestas consistentes. Imágenes fugaces que suceden cual veletas en el amplio panorama de la política criolla. Porque el principal inconveniente del país para salir adelante es la inoperancia de su clase política. La nula posibilidad de discernimiento. Si antes fue la tarima el espacio circense de los politicastros, hoy son las redes sociales. Y, desde luego, la misma institucionalidad (llámese Asamblea Nacional). Por eso, no llama tanto la atención, la limitada capacidad retórica del asambleísta Fernando Jaramillo, con su ya célebre desaguisado de “rompido”. Vergüenza ajena para la noble provincia de Imbabura, del cual es su representante (sea de paso oficialista).

Estas son las condiciones por las que atraviesa nuestro nivel político. Con una argumentación vacua. Sin mecanismos de interacción. De réplica y contrarréplica. Aupado por un fanatismo exacerbado. Masas desprovistas de pedagogía política. Y seudo movimientos que se reactivan apenas meses anteriores a cada elección. A esto hay que agregar que los medios de comunicación no han asumido un rol democratizador que contenga un serio propósito reflexivo, a través de sus mallas programáticas. Pura crónica roja, y la noticia más cercana al escándalo que a la profundización de la verdad.

Pero esta situación se agrava cuando representantes gubernamentales también reflejan desconocimiento del contexto actual. Por eso se escuchan declaraciones que rayan en la afrenta pública, como aquel de que a los jóvenes no les gusta trabajar, esgrimido por la máxima autoridad del Ministerio de Inclusión Económica y Social. ¿En qué manos estamos gobernados? No sólo que hay una incapacidad discursiva, semántica, sintáctica, sino que además no hay el más mínimo entendimiento y comprensión de la realidad por la que atraviesa la mujer y el hombre de a pie, que dignamente intenta sobrevivir en este suelo ecuatorial. (O)

Lcdo. Aníbal Bonilla

Máster en Estudios Avanzados en Literatura Española y Latinoamericana. Máster en Escritura Creativa por la Universidad Internacional de la Rioja. Licenciado en Comunicación Social. Autor de varios libros.

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