El fin de semana antes de la multitudinaria marcha por la defensa del agua, llegaron a mis manos dos ejemplares publicados por el arquitecto Fausto Cardoso, intitulados: “Quimsacocha, el espejo de la creación”. Aunque ya tenía programado asistir a la marcha -habiendo apoyado a la Consulta por el Agua en varias ocasiones, desde esta columna y otros espacios- mi decisión de hacerlo se reafirmó luego de leer el texto y admirar las imágenes de la belleza sobrecogedora que rodea al cráter del volcán Quimsacocha, llamado así por los tres cuerpos mayores de agua -o lagunas- que se encuentran en su interior.
Las fotografías panorámicas tienen la magia de transportar, a quien las vea, a ese pedacito de cielo que tenemos a solo una hora de Cuenca donde la fauna, la flora, el agua prístina y las montañas azules dan forma a un paraíso de paz. Y si cerramos los párpados y retenemos por un instante aquellas imágenes en la mente, casi, casi, se puede respirar el aire puro y frío del páramo.
Colonias de líquenes, musgos y flores silvestres blancas, amarillas y violetas han fijado su hogar sobre las rocas agrestes. Quimsacocha comparte con generosidad sus aguas: las que van hacia el Océano Pacífico, entregadas por el río Jubones y el Rircay; y las que se dirigen al Océano Atlántico, originadas en el cauce del río Paute y el Amazonas que, a su vez, se alimentan del Yanuncay y el Tarqui.
La marea humana que invadió el martes el centro histórico de Cuenca -alrededor de 100.000 personas de diversas orientaciones políticas y de todos los estratos sociales- fue una marcha ecologista que quedará para siempre en la historia de Cuenca, del país y, posiblemente, en Latinoamérica. Una marcha que puso fin a la idea de que la explotación minera en Quimsacocha se hará realidad.
Sólo los cuencanos sabemos por qué defendemos con tanta vehemencia a nuestra agua, porque podemos tomarla directamente del grifo. Las desacertadas declaraciones de Janeth Hinostroza llamándonos “irracionales”, la dejaron mal parada.
Me conmovió ver a tantísima gente: niños disfrazados de gotitas de agua, madres que cargaban a sus bebés en un brazo y en el otro sostenían carteles en rechazo a la minería, jóvenes, adultos, personas de la tercera edad y cientos de comunidades indígenas que, en una amalgama, se unieron por una causa que nos convoca a todos: preservar nuestras fuentes hídricas y nuestros páramos.
Quimsacocha es, sin lugar a dudas, el espejo de la creación. Me siento orgullosa de haber sido una cuencana más que marchó en contra de la contaminación de nuestras fuentes de agua. (O)