La Biblia no solo recoge la teología cristiana, sino que en sus páginas late el drama humano en toda su crudeza. Allí está, por ejemplo, el primer noticiero de sangre entre hermanos: Caín y Abel, el uno enceguecido por la envidia el otro, víctima de la inocencia. Dios, testigo de la tragedia, dictamina con solemnidad eterna:
“La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra”.
Y esa voz, ¡ay!, todavía clama, porque el mundo está infestado de caínes con dinero y sin dinero, con poder o sin él, letrados o iletrados…. Nadie se escapa del mal, solo cambia el escenario, por ejemplo, en las herencias y en la política se reproduce el mismo crimen. Sobre el difunto, los hermanos se despedazan por las herencias; en la política, por poder y dinero, se llega al odio visceral. Lo que debería nacer de la sangre y la memoria, termina convertido en anticuerpo y veneno.
Dos ejemplos que equilibran la balanza bastan para ilustrar el cuadro: Rafael y Fabricio Correa, Guillermo y Xavier Lasso. ¡Los de sangre se transformaron en hermanos de fuego cruzado!: no hay espejo más cruel que el del propio apellido. Los dos exmandatarios, señalados por sus mismos hermanos, confirman que donde hubo caínes, sobró soberbia.
Pasemos a otro campo de batalla: la lengua, ese lazo invisible que debería unirnos y que, en manos de apóstoles de la ignorancia, se vuelve látigo. Uno de los caínes, ahora con curul y saco, pidió la palabra en la Asamblea no para debatir un tema nacional, sino para hacer de maestro Ciruela, corrigiendo el castellano de su ex hermano de ideología.
El asunto fue casi evangélico: el uno dijo: –HUBIERON siete asambleístas…, que dio lugar para que el otro se lanzara con aire de académico frustrado a corregirlo: —¡El verbo haber no se conjuga en plural cuando denota EXISTENCIA O CANTIDAD: siempre debe decirse HUBO… Pero el corrector resultó más torcido que la falta: su defensa del idioma terminó siendo una autopsia del sentido común. ¡Silencio mortales, que ha resucitado Cervantes!
Conviene recordarle que HABER, cuando no actúa de auxiliar, es unipersonal: solo se usa en tercera persona del singular. Y lo mismo ocurre cuando se conjuga a sí mismo. Así que, entre el HUBIERON del uno y la EXISTENCIA O CANTIDAD del otro, terminaron los dos hablando en jerigonza de mercado. Así, entre hermanos de sangre y de verbo, seguimos viendo cómo la política y el idioma se van, irremediablemente, a la barraca. (O)