Educación emocional: clave para la convivencia y la prevención de la violencia

En el ámbito de la educación, aprender a gestionar las emociones es clave para poder resolver los conflictos de manera pacífica.


En tiempos complejos, de interacciones tecnológicas permanentes y grandes desafíos en la convivencia social, la formación integral de las personas no puede limitarse al desarrollo cognitivo o técnico.


Hoy sabemos que aprender no es solo adquirir conocimientos o competencias profesionales, sino cultivar la capacidad de comprendernos a nosotros mismos y de relacionarnos de manera constructiva con los demás.


La educación, debe atender a la dimensión humana, emocional, ética y social del ser humano, pues en ella, radica gran parte de nuestra capacidad para convivir y construir un futuro común con sentido comunitario y solidario.


La educación emocional, según expertos, es un proceso continuo y permanente que busca desarrollar en las personas habilidades para identificar, comprender, expresar y gestionar adecuadamente sus emociones y las relaciones interpersonales.


El propósito es fomentar el bienestar personal y colectivo, mejorando la convivencia, la empatía, la autoestima y la resolución pacífica de conflictos.


La educación emocional es fundamental para la construcción de una sana convivencia, ya que permite a las personas reconocer, comprender y gestionar sus propias emociones, así como comprender las emociones de los demás.


Al desarrollar habilidades como la autorregulación y la asertividad se fortalecen las relaciones interpersonales y se reduce la posibilidad de recurrir a la agresión como forma de respuesta.


Ximena Vélez, doctora en Neurociencia Cognitiva y Educación, y subdecana de la Facultad de Filosofía y Ciencias Humanas de la Universidad del Azuay, señala que la educación emocional va más allá de enseñar a tener “buenas relaciones” o gestionar emociones momentáneas.


Es un proceso profundo y continuo que humaniza y nos invita a encontrar sentido en nuestras acciones. Esta formación comienza desde los primeros años de vida, idealmente en el núcleo familiar, donde los padres deben ser los principales guías en el desarrollo de las primeras habilidades sociales.


La educación emocional permite que los niños y jóvenes reconozcan los desencuentros como oportunidades de expresión, escucha y aprendizaje.


Cuando una persona se forma emocionalmente, puede adoptar una postura más empática y abierta ante los conflictos, reduciendo la tendencia a tomarse las reacciones del otro de forma personal.


Este tipo de formación propicia una convivencia saludable, ya que promueve la comprensión de que todos estamos atravesando procesos similares, aunque en diferentes momentos.


Esto disminuye la necesidad del conflicto como vía de interacción y fomenta una cultura de acompañamiento mutuo, afirma Vélez.


La relación entre la falta de educación emocional y las conductas violentas es directa. Diversos estudios demuestran que la ausencia de competencias emocionales está vinculada a mayores índices de violencia.


Reconocer, comprender y gestionar


Curso “El lado humano de la educación universitaria”, a cargo de la docente Ximena Vélez. / Cortesía


La inteligencia emocional es una capacidad humana clave para prevenir conflictos, ya que permite reconocer, comprender y gestionar adecuadamente nuestras emociones en el encuentro con los demás.


Uno de los errores más frecuentes es pensar que la inteligencia emocional es una capacidad con la que se nace y que no se puede modificar.


En realidad, es moldeable y está influida por múltiples factores: las experiencias de vida, la cultura, la crianza y los mensajes sociales, es decir, se puede aprender, desarrollar y fortalecer con el tiempo.


Otro error es creer que estamos a merced de nuestras emociones y que no podemos regularlas. La educación emocional enseña precisamente que las emociones se pueden gestionar, amplificar o atenuar según la situación, menciona Vélez.


También, es un problema dejar la educación emocional al azar, esperando que se aprenda «en el camino». Se requiere de programas estructurados, sistemáticos, diseñados y aplicados por profesionales capacitados, no solo por personas con buena voluntad.


Es falsa la idea de que no tenemos autonomía emocional. Aunque las emociones surgen de forma natural, se puede actuar de manera independiente a ellas cuando se está debidamente formado, afirma Vélez.


Podemos afirmar, entonces, que la educación emocional es clave en un mundo cada vez más interconectado pero emocionalmente desconectado.


Formar emocionalmente a niños, jóvenes y adultos es fundamental para prevenir la violencia; el reto está en asumir esta responsabilidad con la seriedad que merece, desde el hogar, las instituciones educativas y la sociedad en conjunto. (I)


Aspectos fundamentales en contextos universitarios


Programa Forma Tu Ser. / Cortesía


El entorno es fundamental para el desarrollo a plenitud del ser humano, es por esto que el Campus Universitario cobra vital importancia como lugar de encuentro consigo mismo y con el otro, como espacio de sana convivencia y florecimiento personal y colectivo.


Es así que, resulta cada vez más necesario promover estrategias que impulsen el bienestar emocional y el desarrollo de habilidades personales e interpersonales.


Estas acciones no solo acompañan el crecimiento académico, sino que también fortalecen la convivencia, el autocuidado y la construcción de comunidades más solidarias.


La práctica de la atención plena, cuando se incorpora de manera constante, nos ayuda a dar lo mejor de nosotros mismos, a responder en lugar de reaccionar y a actuar con mayor conciencia emocional.

Según Vélez, esta práctica favorece la resolución pacífica de conflictos y fortalece las relaciones interpersonales en entornos como la universidad. (I)


Uno de los factores más poderosos es el ejemplo


La construcción de una sociedad emocionalmente saludable no solo depende de programas educativos formales, sino de los referentes que las personas tienen en su entorno.


Uno de los factores más poderosos es el ejemplo. Padres, madres, profesores y líderes sociales deben asumir su responsabilidad como modelos emocionales, afirma Vélez.


Prácticas cotidianas como saludar, agradecer, escuchar activamente, evitar interrupciones son gestos simples pero potentes que facilitan las relaciones humanas.


En los ámbitos educativos, se deben impulsar programas rigurosos y sostenidos, que busquen la construcción de liderazgos saludables, el voluntariado, los espacios de cuidado mutuo y el desarrollo de habilidades socioemocionales mediante la atención plena o mindfulness, señala Vélez. (I)

Datos de interés

  • Investigaciones científicas muestran cómo la educación emocional desarrolla competencias sociales, climas de convivencia positiva y bienestar.
  • Existe una correlación directa entre la ausencia de educación emocional y la aparición de conductas violentas.
  • La educación emocional enseña que las emociones se pueden gestionar, amplificar o reducir según la situación.
  • La educación emocional es un proceso continuo que desarrolla habilidades para gestionar emociones y la resolución pacífica de conflictos.

Por. Andrea Vega Malo
Departamento de Comunicación
Universidad del Azuay (UDA)
Especial para El Mercurio

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