Hablar de que lo que hacemos en privado se nota en público, puede sonar cursi, pero tiene mucho de cierto. En realidad, como circula en redes, mucho de lo que cultivamos cuando nadie nos ve es, finalmente, lo que se refleja cuando otros nos miran. Por ejemplo, leer se nota en cómo conversamos; hacer ejercicio, en cómo nos movemos y en nuestro físico; lo que comemos, en la energía que tenemos cada día; nuestro enfoque y constancia, en los resultados que obtenemos, etc.
Pero más allá de caer en el culto a la productividad o de romantizar la autoexigencia, hay que reconocer que nuestros hábitos más pequeños nos exponen, delatan su presencia, y también hay que reconocer que la constancia, construye, y la coherencia, se percibe. Y no, no entren en pánico, posiblemente de algunos de esos hábitos o vicios ocultos no se ha dado cuenta nadie.
Y aunque casi todo parece medirse por lo visible, los aplausos, los likes, los reconocimientos, los seguidores; aún hay cosas que se forman en silencio, decisiones que nadie celebra, pero que, acumuladas, nos transforman y nos llenan.
Se dice que Aristóteles afirmaba que somos lo que hacemos repetidamente, y que la excelencia, no es un acto, sino un hábito. Y aunque no todo lo que hacemos en silencio es virtuoso, casi todo lo que somos termina delatándose sin decir palabra.
Como cuando nos preparamos en silencio para algo importante, un examen, una competencia, una conversación difícil; y cuando todo salió bien, muchos pensaron que fue suerte, porque no vieron las horas invisibles, los intentos fallidos, el trabajo callado.
Así pues, lo privado no necesita filtros, solo constancia. Después de todo, somos lo que cultivamos en privado, y eso, nos guste o no, tarde o temprano, se nota. (O)
@ceciliaugalde


			






