Las motivaciones detrás de una decisión de voto se clasifican de distintas maneras: ideológicas, emotivas o prácticas. En todos los casos, funcionan como atajos mentales que ayudan a simplificar la decisión frente a la papeleta.
En esta consulta, la izquierda ha decidido auspiciar el NO, en buena medida por el riesgo de retroceder en derechos y por lo que considera una contradicción con el principio de soberanía. Mientras tanto, la derecha, aunque coincide con ciertas decisiones sobre el uso de fondos públicos y la reducción del número de asambleístas, se muestra preocupada por la incertidumbre que genera un posible y desconocido proyecto constituyente. Por eso, ha orientado a su electorado hacia un voto más dividido y pragmático.
Otra motivación relevante es el voto castigo o voto de rechazo. En procesos de este tipo, la ciudadanía suele transformar la consulta en una especie de plebiscito sobre la gestión del gobierno. En este punto, los números no le son favorables al Presidente, y eso podría explicar en parte el rechazo que se expresa en las preguntas sobre las bases militares y sobre la Constituyente. Sin embargo, este voto también tiene otros matices: en las preguntas B y C, relacionadas con el retiro de fondos públicos a los partidos políticos y la reducción del número de asambleístas, la postura general del electorado tiende a ser favorable.
Esto se explica por el profundo desencanto con la clase política. La baja credibilidad de la Asamblea Nacional y la decepción con los partidos —percibidos como ineficaces y desconectados de la ciudadanía— han colmado la paciencia social. En consecuencia, con su voto favorable a estas medidas, los ciudadanos buscan castigar a la clase política antes que respaldar al gobierno.
Finalmente, queda todavía un porcentaje significativo de indecisos, un grupo que suele esperar hasta el último momento para informarse y decidir. Por lo general, terminan inclinándose hacia alguna de las dos tendencias dominantes o apostando por lo que se conoce como el “voto del carro ganador”: aquel que se orienta hacia quien perciben con mayores posibilidades de triunfo, simplemente por no quedar en minoría. En este contexto, el clima de conversación política de los últimos días resulta fundamental para movilizar a estos votantes, y es justamente en este grupo donde ambas campañas han concentrado sus mayores esfuerzos.
Frente a estas reflexiones, es imprescindible que el Gobierno incorpore estos razonamientos para entender qué le dice el pueblo el 16 de noviembre. Cuidado con confundir un supuesto apoyo que, en realidad, podría reflejar el rechazo generalizado a la clase política; o un voto negativo que no necesariamente se opone al cambio, sino a los términos en que fue propuesto.
A partir del 17 de noviembre, el Gobierno deberá tener la madurez y la inteligencia política para leer, con la mayor precisión posible, por qué votan “sí” y por qué votan “no”. El resultado no será un mandato total, sino un mapa de señales que exige cautela, autocrítica y capacidad de escucha. (O)
@avilanieto










