Los peripatéticos

Aristóteles fue uno de los grandes filósofos griegos. Una de las particularidades de su escuela, el “Liceo de Atenas”, fue que las lecciones no se impartían desde una tarima, sino mientras maestro y alumnos paseaban juntos. Esta costumbre dio nombre a sus seguidores: los peripatéticos, del griego “peripatos”, que significa “paseo”.

Según el sabio, pasear permitía que la conversación fluyera con naturalidad y que los alumnos hicieran preguntas y respondieran sin la rigidez que conlleva un aula. También creía que el movimiento favorecía la claridad mental, y el Liceo contaba con jardines y senderos al aire libre que invitaban a recorrerlos. Actualmente está comprobado que el ejercicio físico mejora la concentración y la creatividad. Así que, hace más de dos mil años, y sin proponérselo, Aristóteles aplicaba lo que hoy respalda la neurociencia. Sus alumnos aprendían a mirar el mundo mientras lo recorrían y observaban. Integraban la experiencia sensorial y la reflexión teórica. La clase empezaba en el momento en que salían a caminar y podía extenderse durante horas.

Aristóteles era un polímata, es decir, una persona que se interesaba por varias disciplinas y que no concebía el saber a un tema específico, sino a una combinación en el que la filosofía, política, ciencias y arte podían dialogar entre sí. Él mismo clasificaba especies animales, analizaba una tragedia griega o disertaba sobre política. 

Para el filósofo, enseñar era demostrar que el conocimiento no se encuentra solo en libros o en la memoria de un maestro, sino en cada rincón del mundo cuando se observa con atención. Pasear con sus discípulos le ofrecía el escenario perfecto para hablar del mundo y saltar de un asunto a otro con naturalidad, estableciendo conexiones entre temas que podrían parecer distintos. 

Una anécdota cuenta que en una de sus caminatas, Aristóteles detuvo a sus alumnos para observar cómo las hormigas transportaban hojas que pesaban más que su propio cuerpo. Esta escena cotidiana que empezó como una lección de entomología, derivó hacia una reflexión sobre cooperación y organización social al comparar el comportamiento de los insectos con los humanos y sus rivalidades. Esta plática reafirmó su convicción de que todo conocimiento, por pequeño que pareciera, podía ser la semilla de una reflexión más amplia.

Los conocimientos de Aristóteles, su capacidad de transmitirlos y, sobre todo, el modo en que eligió hacerlo, lo inmortalizó como el mentor de los peripatéticos y como uno de los grandes sabios de Grecia. (O)

Lcda. Bridget Gibbs

Lcda. Bridget Gibbs

Periodista y escritora. Norteamericana de nacimiento, pero cuencana de corazón. Radicada en Cuenca desde hace 45 años. Lleva una década colaborando con la página editorial de El Mercurio.
Últimas Noticias