Ninguna época del año como en este mes de diciembre, se nos muestra lo más auténtico de nuestra cultura, lo que nos da identidad y nos permite seguir adelante en la vida, mostrando a las siguientes generaciones una parte importante de la historia, cuáles son en verdad nuestras tradiciones y costumbres. Este Patrimonio Inmaterial del cual nos enorgullecemos de haberlo recibido y de distintas maneras, ha sido sostenido en el tiempo por un esfuerzo común y está vigente. Dice la Biblia que: “La fe es la certeza de que sucederá lo que se espera, la prueba convincente de que existen realidades que no se ven”, cosa que, para estos tiempos, no será de gran importancia para una parte de la gente, pues vivimos momentos en los que se sacraliza todo y se desacraliza lo que molesta para los fines personales. El floklore, según la RAE es el “conjunto de costumbres, creencias, artesanías, canciones y otras cosas semejantes de carácter tradicional y popular”. En medio de este tire y jala, aparece nuevamente el segundo, como una estrategia a la que se apela para sostener de alguna manera la fe, la difusión de las manifestaciones culturales y otros aspectos en especial los económicos y claro cómo no, los políticos. Desde el punto de vista sociológico lo que ocurre en las sociedades contemporáneas es la paradoja más grande de la historia, todo acto humano presenta una dicotomía y de un tiempo acá, para la gran mayoría la elección es la personal. Así tenemos que mientras unos luchan por mantener su vida frente al hambre y la persecución religiosa como en África, otros utilizan la fe, lo sagrado para sus propios intereses. Nos corresponde, por lo tanto, tener bien claro el panorama, diferenciar la fe de la utilización del folklore. Que este es un tiempo de la mayor solidaridad. (O)







