Para desarrollar una verdadera conciencia sobre el medio ambiente, primero es necesario entender el impacto que la humanidad causa diariamente y, a partir de ello, actuar para proteger la naturaleza. Por eso es indispensable mantener una actitud, una educación y un pensamiento orientados hacia la sostenibilidad. Se requiere cambiar los hábitos que dañan a “nuestra casa común”, nuestra tierra. Para ello es fundamental cultivar sensibilidad, comprender y reconocer cuál es nuestra conducta frente a la naturaleza para así poder protegerla y conservarla. Los estudios señalan que debemos practicar “respeto, responsabilidad, solidaridad, equilibrio y conciencia” para desarrollar una auténtica actitud ambiental.
Los shamanes, los taitas y los llachags dicen que la madre tierra y los seres humanos son una misma cosa, no entidades diferentes; que la tierra es sagrada porque nos provee de todo lo necesario para la existencia, razón por la cual los humanos debemos cuidarla y protegerla, no sentirnos sus dueños. Los taitas se conectan con la tierra respetándola y amándola. Ellos nos invitan a “formar parte de un todo”. La Pachamama es el símbolo de la vida, por lo que debemos reconocer que la tierra y sus ecosistemas son nuestro hogar. Sostienen que los seres humanos dependemos de la tierra, creando una relación de interdependencia.
La conciencia ambiental nos enseña sobre nuestra relación con la tierra, a la que estamos poniendo en riesgo. En las reuniones sociales hablamos del cambio climático, de la pérdida de la biodiversidad y de la contaminación ambiental, pero no actuamos. Quizás solo estamos experimentando las consecuencias del daño ambiental sin intentar frenarlas. Ahora todos nosotros, y sobre todo los jóvenes, tenemos algo que las generaciones anteriores no tenían: conocimiento y tecnología. Lo importante es que una conciencia colectiva empieza a crecer, y con ella nacen acciones acompañadas de presión política y social, lo que nos da mucha esperanza. (O)










