Tome un papel, prepare la caja, arme el pompón, mientras más brillante mejor. Se requiere de un pliego, con diseños minimalistas, o un solo color. Cinta transparente para mantener la uniformidad, o con formas y matices para elevar la creatividad. Colocar la caja al centro para el papel plegar, que llegue hasta la mitad si un doblez le quiere dar. No se olvide de las puntas, hacia el centro deben estar. Mas no importa si la esquina sobra, pues una envoltura de dulce también le puede dar. Con un hilo o estambre, amarramos al final, listo, listo, el regalito, solo faltan treinta más.
Ha de ser equitativo, no se vayan a enojar, fue el uno a mamita, el segundo a una tía, el tercero a mi vecina, y un cuarto a una amiga. Los siguientes presentes no se pueden detallar, entre profes, jefes y favores, otra vez en la cuenta he de fallar. Cierto es que una lista a la memoria ayudará. Pero, ahí viene la pregunta: ¿Cuántos van a valorar?
Lo que falta integrar al paquete que va a entregar, es el sentido sincero, pero que escondido se ha de quedar. ¿Quiénes saben lo que hubo de hacer para el obsequio preparar? Lo encontró en una vitrina o en alguna publicación. Lo analizó con la vista, tocó su calidad, escuchó su precio y luego pensó por horas de horas si aquel regalo sería el mejor. Dañando su estado de paz, imaginó si la persona que lo recibirá, apreciará esa pieza de verdad… ¿Le gustará el color? ¿Será que también celebra la Navidad? ¿Será bien visto que le lleve un regalo? ¿Será que se llega a enterar cuánto me costó?
Todos estamos en la locura de adquirir “lo mejor,” pero ese sentido que hace falta visibilizar, es que son varios elementos los que componen al regalo final: es el tiempo, el pensamiento y el amor, puestos sobre cada ser para quien el regalo va a pertenecer. Pero eso no es todo, el sentido de la Navidad es renacer, una dádiva de luz, de perdón, de reflexión, de tomar fuerza y vernos crecer. Es refugiarnos en Él, y recordarnos a nosotros mismos la humildad. Así que no es el detalle comprado, es el tiempo entregado. No es el precio, sino el aprecio. No es el tamaño del regalo, es cuánto nos pensaron. No es mamá cumpliendo con el deseo de una carta, es su ánimo por mantener la magia. No es el papel cubriendo al regalo, son las manos que lo entregaron. (O)









