Uno de los rasgos característicos del Gobierno presidido por Daniel Noboa es el record de viajes al exterior que ha realizado (más de 30 viajes es sus 2 años de gestión). Una cantidad de viajes que, en igual cantidad de tiempo, ni los Presidentes anteriores de Ecuador, ni los Presidentes de los países más poderosos del mundo, han realizado.
Se creía que luego de la consulta popular, en la que el Gobierno obtuvo un revés electoral por el triunfo del NO, el Presidente podía hacer rectificaciones en su gestión, una de las cuales podía ser una mayor presencia en el país para enfrentar personalmente los acuciantes problemas que afectan a la población, como la grave crisis de los hospitales públicos y el inusitado aumento de la criminalidad (que en 2025 llegará al record de 52 asesinatos por cada 100 mil habitantes), además de hacer frente a los escándalos de corrupción que involucran a altos funcionarios de su Gobierno, y sobre los cuales han informado profusamente en los últimos días los medios de comunicación (casos Progen, ATM, Healthbird, etc,). Sin embargo, el Presidente decidió nuevamente ausentarse del país, y esta vez incluso por un más largo tiempo (casi todo diciembre de 2025 y enero de 2026).
En todo caso, más allá de la cantidad de viajes al exterior, lo de fondo es evaluar si esa cantidad ha servido o no para tratar de resolver los problemas económicos, sociales y de inseguridad que afectan a la mayoría de la población ecuatoriana. Si bien desde el discurso y la propaganda gubernamental se busca justificar dichos viajes, resaltando de que son “exitosos” y benefician al país, un análisis objetivo y con datos daría cuenta que, hasta ahora, esa inmensa cantidad de viajes y ausencias no han servido para “mejorar la vida de los ecuatorianos” (como textualmente afirmó hace días el Presidente); o, por lo menos parece que no ha servido para mejorar la vida de la mayoría.
Por lo demás, hay la impresión de que el Presidente, aun cuando está presente físicamente en el país, no tiene mucho interés en contactar directamente con la gente y sus demandas (salvo en campaña electoral), ni la empatía para condolerse de las personas que son víctimas de la falta de gestión gubernamental en cuestiones como la salud o la inseguridad. (O)




