El poder y la lucha por la libertad son las causas que más llaman la atención en los procesos
sociales que ha vivido la humanidad y que la historia perfila a lo largo de los siglos. La
pretensión de dominio territorial y económico es un factor decisorio de la geopolítica que
hasta nuestros días nos explica el obrar humano. Desde que las tribus se enfrentaron por unas
franjas de terrero en el cuadro atávico de posesión y dominio de unos grupos sobre otros, se
demuestra que más que la razón es el instinto el factor determinante de quienes hacen de
caudillos. Todo se mide por la extensión del dominio y la cuantificación bursátil.
Hoy pese a los avances de la ciencia, del conocimiento científico y la investigación objetiva de
la conducta, siguen siendo la demagogia, la oferta de fácil e inmediato logro, el control
absoluto de la riqueza producida y no su justa distribución lo que condiciona a los organismos
de dirección colectiva en función del ejercicio de los poderes establecidos, que se concretan en
una minoría con el dominio sobre la mayoría. Desde luego este cuadro no es lo que
corresponde a lo que denominamos como democracia en el contexto de la ciencia política.
Recordemos para ilustra este punto la concepción de Alexis de Tocqueville sobre la libertad.
Sin embargo, allí está el caso, uno entre otros más, de la tiranía del dictador Nicolás Maduro y
su contingente armado que domina Venezuela contra la lógica de la libertad que alienta la
cultura política de esa nación que anhela recuperar los valores éticos de la conciencia social y
que nos explica la entrega heroica de Corina Machado a la lucha por la libertad de su nación.
Con denuedo y sacrificio el pueblo de Venezuela exige la recuperación de la cultura de la Paz
que es posible cuando la justicia es honrada en la significación trascendental de la dignidad
humana. (O)










