Cuando un Iluminado debía llegar se lo esperaba con ansia y a los sabios ancianos de la época se les comunicaba con antelación con años e incluso siglos. Al conocerlo, lo notificaban a los demás. La Creación mandaría, por fin, a un ser predestinado para acelerar su progreso no solo espiritual si no moral. Ha ocurrido durante centenas de milenios de años y los Elegidos son incontables.
A diferencia de lo que se puede creer o presumir y en contra de tanto fantoche de la época actual que aparece en diferentes partes del mundo que saludan como en época de campaña electoral y se vanaglorian fingiendo ser la segunda venida de Jesús, los enviados divinos debían nacer bajo ciertas condiciones especiales. No es un nacimiento habitual, como el de los demás, si no que está regido por 7 condiciones sacras básicas e indelegables. No tiene que ver con apellidos de casta, herencia, sangre, posición social, color de piel u otras circunstancias sectarias o raciales.
Para que sea reconocido como el ser de luz que toma forma en la materialidad tiene que nacer en un lugar humilde, depresión geográfica o zona iluminada natural o cueva. Precedido no solo por Anunciación si no por objeto luminoso que haga notar a la circunscripción su llegada, lo que debe ocurrir en el cambio de época que limite la terminación del frío y de inicio hacia el calor, fecha que normalmente se fija a fines de diciembre. Así ocurrió, por ejemplo, con el cristo de los Andes, Viracocha, llamado dios por su pueblo y por quienes disfrutaron de su coexistencia; con Confucio, Baco, Platón y tantos y tantos seres de luz en todo el orbe en diferentes continentes, pueblos y eras; igual más atrás del tiempo conocido con los que han llegado y de los que ya no quedan ni siquiera registro de su llegada. Pero hay investigadores que aseveran que la fecha del nacimiento de Jesús no fue diciembre y la sitúan en abril o marzo máximo.
Paz Inverencial a todos en todo lado en estas desdichadamente deformadas por el comercialismo navidades. (O)






