Salgamos de la cultura del rumor y enfrentemos con valentía la denuncia, como obligación de todo ciudadano que conoce del presunto cometimiento de un delito, como es el delito de tráfico de influencias y la oferta de tráfico de influencias, comentó la Dra. María del Carmen Maldonado, Presidenta del Consejo de la Judicatura, cuando en rueda de prensa se daba a conocer la resolución del Pleno con relación a la función notarial.
Y es que era oportuno traer a la memoria porque es prudente curarse en sano. Ni bien se conoció de ese pronunciamiento del órgano de gobierno, administración, vigilancia y disciplina, ya apareció el rumor de boca en boca con ese tinte de maledicencia afectando la imagen de quienes la conforman y la institucional.
La cultura en el contexto de la reflexión debe entenderse como ese hábito insano, propio de quienes se empeñan en atentar contra la honra. Y claro alimentan y se alimentan de eso que más allá de ser un comentario, que de tanto repetirlo se convierte en una suerte de “verdad” a la que la insensatez le hace juego.
El rumor es el chisme caliente. Es lo que me dijeron que alguien escuchó pero que no sabe quien lo dijo, pero que al parecer es cierto, con esa pereza propia de la mente desocupada, porque como nos recuerda la abuela de la casa en mente ociosa el diablo piensa.
Quien ejerce su derecho a nadie injuria, decía el viejo Cicerón, de ahí que el rumor debe dar paso a la denuncia frontal, poner nombre y apellido a los actos de corrupción, pero también es oportuno denunciar al calumniador de oficio que se esconde en la figura contemporánea del trole que no es otra cosa que el hacer pasquines de los ñaupa tiempos, sonríe la abuela de la casa. En otrora era la pared del convento o iglesia o de la casa grande la que soportaba la infamia del anónimo, hoy es la tecnología de punta que nos ha deshumanizado. (O)