En mayo del 2016 la Asamblea del Ecuador publicaba la Ley Orgánica de Ordenamiento Territorial, Uso y Gestión de Suelo (LOOTUGS) para impulsar los nuevos modelos de desarrollo urbano y cambiar el paradigma de interacción entre campo y ciudad. Luego, el 26 de febrero del 2019 (menos de un año atrás), la presidencia de la República expediría el reglamento que permitía su aplicación.
¿Quién hubiese imaginado entonces que antes de un año estaríamos hablando de derogarla? Y sí. Cierto es que siempre hemos sido un país de paradojas. Sin embargo, hay algunas que rayan en el absurdo. ¿Cómo explicar que una ley pensada planificar el territorio sea derogada justamente cuando los GAD la habían comprendido e instrumentalizado en sus propios Planes de Uso y Gestión de Suelo? Justamente ahora que las cámaras y colegios profesionales habían empezado a transformarla en propuestas concretas. Ahora que los ciudadanos empezaban a recuperar su derecho a ciudad y los municipios desarrollaban mecanismos para el reparto equitativo de cargas y beneficios. Ahora es cuando deciden cometer este histórico error y dejar la ley o incluirla, parcialmente en COOTAD, confundiendo así la descentralización con los procesos de desarrollo territorial.
¿Las razones de semejante torpeza? Las desconozco. Y no quiero pensar obedecen a apetitos políticos o interés económicos. Ojalá no se trate de seguir sacrificando las fronteras agrícolas de las grandes ciudades para construir los nuevos barrios residenciales. Ojalá no se trate de volver a las viejas prácticas en las que los permisos de construcción obedecían al capricho del funcionario de turno o al viejo juego del trato y la tranza. Ojalá no se trate de volver a los años de los municipios débiles y carentes de herramientas para controlar el urbanismo en su propio territorio. Ojalá no se trate de privilegiar los intereses de unos pocos sobre las necesidades de muchos. Ojalá que no. Y sin embargo no puedo pesar en otra cosa.
Es que es tan incomprensible… (O)