La Seguridad Social ecuatoriana adolece de grave enfermedad terminal. Sus estertores son la constante de estos agitados y convulsos tiempos. Su luminoso destino llamado a protegernos contra las contingencias de enfermedad, maternidad, paternidad, riesgos del trabajo, cesantía, desempleo, vejez, invalidez, discapacidad y muerte; las que -dicho sea de paso- no son un modelo de excelencia, como deberían serlo, porque su carácter social así lo exige, y lo social, como primer mandamiento estatal, es el punto que distingue a los buenos de los malos gobiernos.
La crisis económica que la agobia, provocada por el gobierno anterior y mantenida por el actual que, poco o nada ha hecho para superarla. ¿Qué acción se ha adoptado para que el Estado pague al IESS el 40 % de las pensiones jubilares?: principal causa de su descomunal déficit, ha quedado atrapada por el discurso lastimero y vacío, mientras los siniestros perfiles de la crisis se agudizan y amenazan con su disolución.
La Corte Constitucional, en reciente y sabia sentencia, dispuso la eliminación del ilegal descuento del 2,76 % que se aplicaba a las exiguas pensiones de los jubilados para financiar ¡óigase bien! sus propios décimos, ha servido para que ciertos voceros del IESS, en lugar de iniciar la acción penal (delito de concusión por retenciones indebidas), hayan puesto el grito en el cielo al sostener que su devolución afectará al fondo de pensiones en 130 millones de dólares. ¿Y qué?, si eran dineros “robados” a los jubilados que jamás debieron ser [tocados], porque lo prohíbe la Constitución (Art. 371). El reseñado, es de los más sensibles problemas del IESS. Los turnos para atención médica que demoran meses, es otro, entre varios más. ¿Hay seguridad o inseguridad social? Usted y los miles de afiliados -sus dueños- tienen la respuesta. ¿Verdad? (O)