El colapso de la cascada más alta de Ecuador por un proceso de erosión hídrica -según las primeras investigaciones-, expone también la necesidad de estudios profundos a la hora de ejecutar grandes obras de infraestructura en la proximidad de zonas naturales vulnerables.
Situada en la transición entre la cordillera andina y la región amazónica, la cascada San Rafael tenía hasta el pasado domingo una caída de unos 150 metros de alto por 14 de ancho, pero un inesperado desplome de tierra, antes del salto, la ha reducido ahora a tres finos hilos de agua.
Con ello se ha perdido también uno de los focos turísticos por excelencia en el límite de las provincias de Napo y Sucumbíos, alimentando todo tipo de teorías sobre las causas del fenómeno.
SAN RAFAEL: DE CASCADA A ARCO
Parte de la Reserva de Biosfera Sumaco, la catarata nació de las confluencias de los ríos Quijos y el Salado, que formaron el Coca, y está rodeada por un paisaje colmado de vegetación tropical con una temperatura de unos 20 grados centígrados.
Se formó hace «varios miles de años» cuando el río Coca se encontró con una pared de roca formada con lava procedente de su vecino, el volcán Reventador, explicó a Efe el vulcanólogo Pablo Samaniego, miembro del Instituto francés de la Investigación para el Desarrollo (IRD).
El también cooperante del Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional recuerda que las cascadas «siempre y en todas las partes del mundo, tienden a ir retrocediendo».
Esa «erosión retrógrada» se explica porque la caída del agua carcome paulatinamente la base de la pared, por lo que ésta tiende a desplomarse cada cierto tiempo y hace que la cascada «vaya (hacia) atrás».
Aunque la investigación de las autoridades y expertos sigue abierta, eso es lo que aparentemente ocurrió en la de San Rafael, con la particularidad de que ya no había más pared de roca hacia atrás y «el río se encontró con un material más fácilmente erosionable», explicó Samaniego, que tiene estudios en Francia.
El fenómeno abrió un inmenso cráter de unos «cien o doscientos metros» de diámetro, por donde ahora se precipita el agua en tres vertientes, que no son ni la sombra de la otrora imponente catarata.
El experto cree que esta nueva situación deviene, probablemente, de un proceso de «miles de años» y, tras la pérdida de parte de la pared de contención, el río corre ahora por debajo de rocas remanentes, en lo que se ha convertido en «el arco de San Rafael».
«BOMBA DE TIEMPO»
La opción de un causante natural también la pone en primer plano Esteban Suárez, doctor en Ecología y Conservación de ecosistemas de montaña, geología y conservación de fauna silvestre, aunque también alienta la realización de otros estudios.
Y sostiene que se debería investigar si la construcción de la vecina represa Coca Codo Sinclair, no exacerbó los procesos naturales del río.
«Si una represa genera una modificación importante del patrón de movimiento de sedimentos, eso podría alterar los patrones de erosión y terminar modificando la parte geomorfológica de una cascada», sostuvo en declaraciones a Efe.
Para este experto con estudios en Ecuador y EEUU, el colapso de la pared desde la que se precipitaba el agua demuestra «lo dinámica que es la geología en la zona», en la que también hay un volcán en proceso de erupción, el Reventador, y varios ríos con patrones de cambio constante pues la cordillera por la que fluyen es aún joven.
«Hemos construido una de las principales represas del país en una zona que tiene peligro volcánico a menos de veinte kilómetros y ríos increíblemente dinámicos», alertó al apuntar que colapsos como el de la cascada «muestran que, básicamente, la hidroeléctrica está asentada en esta especie de bomba de tiempo».
En dos terremotos en 1987, los derrumbes de montaña dañaron un oleoducto en la zona y afectaron las exportaciones de petróleo, cuyas ventas -a la sazón- eran la principal fuente de ingresos para el Estado.
Y por ello, Suárez asume lo ocurrido como una «señal de alarma porque seguimos construyendo represas, carreteras, oleoductos, en zonas que son extremadamente volátiles desde el punto de vista geológico y volcánico».
UN COLAPSO QUE OBLIGA A OTRA VISIÓN
La cascada de San Rafael ha sido históricamente un icono turístico al que llegaban entre 15.000 y 20.000 personas al año, recordó a Efe el gobernador de Sucumbíos, Tony Rojas.
Y es que además de ese salto de agua, en el sitio se puede observar una gran variedad de aves, ocasionalmente el puerco sahíno (primo lejano del cerdo doméstico), osos de anteojos, venados, cervicabras, monos machín y pumas, entre otros animales.
Acompañado de expertos, Rojas visitó el lugar para, tras el estudio de los geólogos sobre las nuevas condiciones del lugar, y de expertos en otras áreas, analizar la posibilidad de perfilar otro sendero turístico en la zona.
Investigador de la Universidad San Francisco de Quito, Suárez va más allá y propone un centro de interpretación geológico-turístico que explique la conexión entre los Andes y la Amazonía.
E insiste en que se trata de una zona «increíblemente sensible» y de «muchísimo riesgo geológico», por lo que el colapso de la cascada -independientemente de sus razones- debe servir de alerta de cara a la planificación de nuevas infraestructuras.