La brevedad de la existencia de todos y de todo, incluidos, nosotros, es un hecho inevitable. Todo está en trance de desaparecer. Mejor dicho, todo está cambiando de un instante para otro, avanzando firmemente hacia su extinción. De su regla no se libran ni los políticos, aunque algunos se hayan librado de los juicios convocados por una Asamblea que más pronto que tarde será renovada. En ese orden de cosas, La ex-vicepresidenta Vicuña, por ejemplo, desde su insignificante condena penal -1 año- o premio oscar para los diezmos, ya no es la misma, pues su prestigio le dejó diezmada. En el intervalo, la multa de más de cien mil dólares que deberá pagar, se esfumará en la ventanilla de ingreso, sin que de allí para adelante nadie sepa a manos de qué phd en estafa irán o, ¿a manos de quien mismo?
La popularidad del Presidente, de un estimado del 60 % inicial, ha logrado -según una conocida encuestadora- el record mundial de desaprobación: el 93 % en contra y, del 7 % a favor, habría un 4 o 5 % entre indecisos e indiferentes. Es decir, quedó con algo que es o que linda con la nada. En este caso, como en los mencionados, el avance a la ruina resulta irrefrenable. No sin razón, el filósofo griego Heráclito de Efesso decía que nadie: “puede bañarse dos veces en las aguas del mismo río”, célebre frase que subrayaba el despiadado vértigo con que avanza la vida y todo hacia la muerte.
Los políticos no sólo que se avergüenzan -a escondidas, claro está-, como cuando el Vargas y el Iza le cantaron sus “verdades” en la TV, en la misma cara; sino que también se esfuman. Entonces, es preciso decir: “no hay plazo que no llegue, ni deuda que no se pague”, aunque haya políticos que ofrecieron la gloria y nos entregaron la catástrofe. En algo más de un año, la fatuidad de quienes nos gobiernan no será más que un mal recuerdo. (O)