Que durante los tres últimos años la satisfacción democrática entre los ecuatorianos haya descendido 13,4 puntos, mientras crece la preferencia por regímenes fuertes, nacidos inclusive de golpes de Estado, es preocupante. Paradójicamente el fenómeno se acentúa en la generación llamada “los milenios” (16-35 años), que sin embargo constantemente reclama diálogos y consensos, cuya fuerza electoral copa el 54 % nacional.
Otra constatación estadística realizada por la firma “Barómetro político continental”, es que hay mayor tolerancia para la corrupción, pese a la campaña en su contra, las constantes denuncias, investigaciones, procesos judiciales.
Estos son los hechos, ¿cuáles los motivos y soluciones? Debemos fortalecer la democracia desde los gobernantes y gobernados; hacerla más capaz de tomar decisiones no acomodaticias ni contemplativas, tampoco buscando satisfacer a todos, o que cada régimen intente refundar el Estado como el actual respecto al anterior, aunque nacieron y estuvieron diez años juntos, siendo responsables de errores y aciertos. Esto desprestigia la política pues sus propios actores son quienes más inciden en ello.
Respecto al leitmotiv de la corrupción convertido en caballo de batalla oficial, parece más obsesión que realidad porque al manejar la cosa pública, siempre surgen variables imprevistas en la planificación inicial. No existe entonces mayor tolerancia hacia la misma, sino pérdida de credibilidad en los organismos que supuestamente la combaten.
Estas dudas sobre la legitimidad y validez de los procesos incoados por la actual democracia ecuatoriana respecto a la corrupción, alcanza los organismos internacionales caso de la Interpol, que ha rechazado ocho de las diez solicitudes de captura, contra acusados nacionales refugiados en diferentes partes del mundo. (O)