Hablar del guayaquileño James Martínez Torres es reconocer a uno de los referentes de la literatura ecuatoriana. Pero hablar con James es delirar entre la lucidez y la risa.
Aunque no siempre los buenos escritores son buenos conversadores, él tiene ambas cualidades. Quizá por eso su poesía siempre hizo ruido, característica que ahora se traduce al poemario “Material de Ruido”, la nueva producción del docente de Literatura ya jubilado pero quizá, uno de los más recordados de la Universidad de Machala.
El Oro fue su hogar durante décadas pero finalmente, ha regresado a Guayaquil con su esposa Haydée. Aquí arrancó la promoción del libro publicado bajo el sello de la editorial “Cadáver Exquisito” de María Paulina Briones, quien escribe la contratapa: “La voz poética madura capaz de esclarecer y opacar cuando es necesario, cuando la poesía se presenta como lo real, es decir, como la incertidumbre, desarrolla un patrón que deambula por los caminos del ruido, los saberes de tortura, las escrituras del sueño y la alegoría del desencuentro”.
Ruido
Para el autor, en cambio, la idea de ruido remite a la manera en la que funciona el cerebro ante los gritos, las sirenas, el claxon de los autos y toda la polifonía de la urbe. Enseguida, crea una comparación espontánea pero real de sus textos: “Dicen algunos maestros que hay que buscar el silencio interior, pero a mí me ha parecido desafiante lidiar con el ruido porque es como lidiar con uno; y a partir de ello se concibe el desafío de la escritura, la casa del poema, desde el vórtice y el caos”.
Estos sonidos tienen citas desafiantes que Martínez ha usado al inicio del libro. Epígrafes de Edgar Morin, John Cage y Alejandra Pizarnik advierten lo que se viene en las próximas páginas.
“Díganme cómo la culpa suena.
Este ser que se defiende de las piedras
quiere saber si existen los gestos que lo acusan:
al mirar hacia atrás, nada”.
Uno de los fragmentos de uno de los textos más largos del poemario, encierra una parte del concepto general de la obra.
Ideología
Tiene 70 años pero innegablemente aparenta menos. “Jaime es mi hijo que nunca envejece, así como yo que tampoco envejezco”, dice al referirse a su hijo Jaime Martínez, reconocido músico y cantautor de la escena independiente cuencana.
Pero eso de la juventud le viene más desde el lenguaje, y lo irreductible pero sobrio de sus convicciones. “Ya me oyes hablar, yo siempre fui excéntrico. Por joder decía que era anarcosocialista, y eso hacía que los burócratas me miraran con recelo, pero ya estoy lejos de todo eso”, afirma con un desenfado que contagia.
En su antebrazo derecho lleva tatuado el nombre de su madre “Rosa Amada”, quien junto a su tía podrían figurar como las primeras culpables de ese apego por la poesía. James habla de ellas como dos guayaquileñas criollas que marcaron su infancia con la poesía gaucha del Indio Duarte. Hace una pausa, se lanza unos versos en desorden y continúa: “pero si hay que hablar de alguien es de mi tío que me contaba sobre los amores de Bolívar y Manuela Sáenz. Ese man me dio los libros que me ayudaron a pensar el mundo: La Náusea, de Sartre; El Extranjero, de Camus; Trópico de Cáncer, de Miller; de ahí es de donde vengo”.
“Material de Ruido” del sociólogo, exdocente y escritor James Martínez, está disponible en “Palier Café Libro”. Próximamente, publicará el poemario “Oficio de fantasma” con “La Caída”, editorial de Germán Gacio Baquiola. (IAJ) (A)
Nuevas generaciones
James está convencido de que “en este tiempo lo sublime no funciona, hay que ser bárbaro y bestial, qué triste”. Esto lo lleva a reflexionar sobre las nuevas generaciones dedicadas a la poesía, la música y al arte en general. Se emociona y dice que a los proyectos anarquistas nunca les deben faltar las mentes lúcidas ni los referentes ideológicos. Cree firmemente en los jóvenes y sus propuestas: “Tengo el sentido de la utopía y sí, mi mejor sentido es soñar demasiado. A lo mejor por eso, sé que las manifestaciones artísticas deben moverse en el tejido social y ni por error, car en el gueto. Hay que lograr productos que circulen y sean lindos como el pan caliente”.