El robo de la Mona Lisa

OPINIÓN|
Un día de 1911, en París, el pintor Louis Beroud que trabajaba en el Louvre, se dio cuenta que faltaba una pequeña pintura de Da Vinci. Alarmado, llamó a la policía y en consecuencia, se cerró el museo y empezaron las investigaciones. Descubrieron que la pintura había sido robada hace dos días, pero aún no daban con el ladrón. Este robo catapultó a la fama a la Mona Lisa cuya imagen aparecía en cajas de chocolates y panfletos. Así, el mundo descubrió que existía la pintura y mucha gente hacia filas para ver el espacio vacío que solía ocupar. Mientras tanto, las pistas llevaron a los detectives al poeta Apollinaire y al padre del cubismo, Picasso. Fueron detenidos e interrogados ya que la “Banda Picasso” tenía fama, y no precisamente buena, por sus antecedentes en hurtos similares en el Louvre. Defendía la destrucción de museos y de sus obras para dejar paso a un arte nuevo. La investigación, siguió en veremos…
Durante dos años, los detectives se rompieron la cabeza armando el perfil de la mente detrás del robo. Ahora vámonos a Florencia en donde una tarde soleada el argentino Valfierno buscaba al anticuario Geri para venderle, justamente, la Mona Lisa. Geri avisa a la policía y Valfierno confiesa que él convenció a Peruggia de robarla.
Arrestan a Peruggia en su departamento, y debajo de una tabla en el piso, encuentran a la Mona Lisa y varias copias exactas de la misma. La policía quería saber cuál fue el plan maestro de Peruggia. El italiano había trabajado en el Louvre en 1910 y había instalado la puerta de vidrio que protegía a la mujer misteriosa. Además, conservaba el uniforme de los empleados del museo así que el 21 de agosto de 1911, entró, descolgó la pintura, la escondió y salió.
Peruggia se volvió el rostro del robo cuando afirmó que lo hizo para regresar la pintura a Italia, cosa que era mentira. Pero su discurso nacionalista le ganó gran simpatía y después de una condena lacónica, lo liberaron. ¿Y la Mona Lisa? Cansada de tanto ajetreo, se fue de gira por Italia antes de ser devuelta a los franceses que les recordaron que el rey Francisco I, la había comprado. Una vez en el Louvre, miles de personas la visitaron. Incluso, algunos dudaron de que fuera la original, pero ya no importaba. La pequeña pintura y su sonrisa enigmática, habían regresado a casa. (O)

CMV

Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social y Diplomado en Medio Impresos Experiencia como periodista y editora de suplementos. Es editora digital.

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